Paul de Vaucottes

La mujer a caballo, consejos prácticos …. Y algo más.

Es un pequeño y agradable libro. Poco costoso (1 franco de la época), publicado por cuenta del autor en 1893 y editado por L. Régnault-Trolonge, situado en Falaise. De rústica sencilla pero elegante, está firmado por Paul de Vaucottes, del que no sabemos mucho, pero que no debía ser cualquiera, ¿un dandy? ¿un personaje mundano? En fin, era ciertamente un jinete y también sensible al encanto femenino a juzgar por sus primeras palabras (página 16): “Pero antes de colocarse en la silla de montar, señoras, (de amazona N.D.L.A.) sin querer infringir su buen gusto, me gustaría señalar un detalle de su cuidado personal que descuidan con demasiada frecuencia y que a veces causa graves inconvenientes.

La moda, que tan bien les sienta, sea del tipo que sea, les ha puesto un sombrero de hombre en la cabeza, bajo el cual les rogaría que escondieran el cabello bien protegido de una malla, para que no pueda ondear al viento al menor movimiento del caballo, pues una mujer ocupada en poner en orden su cabello, abandona las riendas, deja libre a su montura para que se escape al galope, y entonces se presta a menudo a desafortunados percances […].”

Un poco más adelante, el autor explica que la mejor montura es la del hombre, y advierte: “Coloque el pie en las manos unidas del hombre, apoyando su mano izquierda en el hombro derecho del señor, luego, estirando el jarrete, llega hasta la silla donde se posa, suavemente […] pide al caballista que ajuste y ponga el estribo, luego mientas acomoda los pliegues de su vestido, ajusta las riendas”.

A nuestros contemporáneos también les gustará esto: “Ella (la mujer) tiene siempre, a pesar de su flexibilidad y elegancia naturales, una predisposición a la rigidez desde el principio, lo cual se convierte en un obstáculo absoluto para la solidez y la gracia que podría desplegar en este tipo de deporte”.

Pasaremos por encima de los siguientes capítulos, un poco más técnicos aunque llenos de recomendaciones elementales, para anotar este imperativo: “la mujer no debe nunca montar sin ir acompañada de un pariente o un amigo, excelente jinete, que vaya a su derecha […]”.

En “Mis Conclusiones” Paul de Vaucottes resume su punto de vista “Sólo os queda, mis queridas damas, revivir esta vieja galantería francesa, que tanto se ha perdido en este fin de siglo, e invitar al jinete que queréis honrar al aceptarlo como compañero, a que os prodigue los cuidados constantes con los que una mujer debe estar rodeada, especialmente a la hora del paseo; no debéis, pues, tolerar que el acompañante solo se preocupe por su caballo o por el efecto que pueda producir.”

Eso fue hace más de un siglo…

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