La acogida del libro Art équestre, de Jenofonte

Cómo llegó hasta nosotros el libro Art équestre de Jenofonte? ¿Cuál fue su influencia en los escritores que han tratado este tema, y particularmente en los escuderos del Renacimiento, siendo la mayoría de ellos italianos?
Esta es probablemente la parte más interesante para nosotros, bibliófilos, historiadores, coleccionistas y otros curiosos del tema ecuestre, de la totalidad del coloquio que Alexandre Blaineau animó en Hermès, el 4 de diciembre en París, acompañado por Jeremy Clément (Helenista), François Vallat (Veterinario), Jean-Pierre Tuloup (Jinete) y Jean-Louis Gouraud (Editor).
Como veremos, Alexandre Blaineau no se cierra del todo, aunque… Nos arriesgaremos a conformarnos con la expresión popular «no hay humo sin fuego», para no utilizar el proverbio un poco más vulgar del que se encuentran los primeros rastros en el Siglo XIV. X. L.

Al contrario de otras obras de Jenofonte, el Art équestre fue citado muy raras veces durante la Antigüedad, salvo en algunas ocasiones por Diógenes Laercio o por médicos que se ocupaban de los caballos en la Antigüedad tardía [1].

¿Significa esto que hubo una cierta falta de interés por estas obras, que al fin y al cabo son bastante austeras y más bien están destinadas a los especialistas? Hay que tener cuidado con una opinión tan tajante sobre la poca influencia que tuvieron esos textos: el verdadero reconocimiento de estos escritos no se puede medir con la vara de una literatura que nos llegó sólo parcialmente. Sin embargo, pretender que hubo un continuum del pensamiento de Jenofonte en materia ecuestre durante toda la Antigüedad sería, por el contrario, completamente falso. Efectivamente, que hayan sido escritas o no[2], en todos los lugares y periodos han existido innumerables experiencias hípicas. Sin exagerar, podemos pensar que en gran parte el Art équestre se conservó porque su autor era famoso y muy valorado por su estilo: de haber sido Jenofonte un mal escritor, el texto habría desaparecido rápidamente.

Antes que todo, ¿Qué sucede con Art équestre en la cultura europea entre los siglos XVI y XVIII?

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1. Art équestre en la cultura ecuestre europea (Siglos XVI – XVIII)

1.1. Las ediciones y traducciones de Art équestre

Art équestre fue más editado que Hipparque: en efecto, existen unos veinte códices del primer tratado, frente a cuatro del tratado sobre el Oficial de caballería [3]. Sin embargo, el interés por este último pudo haber sido anterior. De hecho, el chambelán del Papa Eugenio IV, Lapus Castelliunculus, publicó en 1437 la primera traducción de la obra al latín, la cual tituló Praefectus equitum. Lapus menciona en su prefacio elementos que se refieren directamente al contenido del tratado ecuestre (cuidados, equitación y ejercicios militares) por lo que debía tener conocimiento del Art équestre.

La primera edición de las obras completas de Jenofonte que incluye el texto del Art équestre, apareció en 1516 en Florencia, y fue publicada a instancias de Filippo Giunta, fundador de una gran dinastía de impresores italianos [4]. Algún tiempo después, el gran erudito alemán Camerarius (1500-1574), autor de un Hippocomicus [5] y también amante de los caballos [6], hizo una traducción al latín del Art équestre [7]. Durante el siglo XVI se publicaron en Europa otras ediciones notables de las obras de Jenofonte [8]. Evangelista Ortense [9] fue el primero en traducirlo al italiano, y Marc’Antonio Gandini hizo lo mismo con los dos tratados ecuestres, en un volumen del año 1588, en el que mencionaba que los escritos de este «eccellentissimo» filósofo e historiador eran particularmente útiles para los hombres de guerra [10]. Sin embargo, las traducciones del tratado a otras lenguas distintas del italiano son escasas. En España solamente Diego Gracián de Alderete (c. 1500 – c. 1584) [11] tradujo las obras de Jenofonte del griego al castellano, entre las que se encuentran el De equitandi Ratione (Del arte militar de la cavalleria)[12].

En el siglo XVII, en Europa, se encuentran pocas ediciones y traducciones del tratado. El primer intento por realizar la traducción al francés, en 1613, lo hizo Pyramus de Candolle, un importante tipógrafo de la época quien publicó su Œuvres de Xénophon [13] el cual no estuvo exento de errores [14]. En Italia, Francesco Liberati, autor de un gran tratado ecuestre, añadió en éste una traducción del texto en su propio idioma [15]. También vale la pena destacar en Inglaterra, el trabajo de Henrici Aldrich (1647-1710), teólogo y músico, decano de la Universidad de Oxford, quien reunió en 1693, en un solo volumen, en versión bilingüe (griego y latín)[16], los tres tratados técnicos (Art équestre, Hipparque, y Art de la Chasse). El geógrafo Edward Wells (1667-1727) propuso en 1703 una traducción al latín de las obras de Jenofonte[17].

En el siglo XVIII, se puede observar un doble movimiento sobre la traducción del tratado. Después de Francesco Liberati, los expertos en equitación integraron en sus propios tratados ecuestres el texto de Jenofonte traducido a sus propios idiomas.

Este es el caso en Inglaterra, de R. Berenger, autor de History and Art of Horsemanship (Londres, 1771). El libro de Jenofonte es respetable para él, no solo por su antigüedad y por ser el único que sobrevivió a los estragos del tiempo, sino también porque sus recomendaciones siguen siendo válidas [18]. Berenger incluye algunos comentarios en las notas, apoyándose a veces en referencias antiguas, como las de Pólux o Hesychios, de los griegos médicos de caballos (especialmente Apsyrtos), de Virgilio, y también del veterinario francés Bourgelat [19].

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Dupaty de Clam hace las veces de traductor en Francia [20]. Sin embargo, no es fiel al texto griego y el escritor no incluye fundamentos ni anotaciones en la traducción. Para él, no es más que una flor que adorna el comienzo de su obra, como lo explica en su prefacio: «Precedo mis demostraciones mecánicas[21] con una traducción del libro de Jenofonte sobre la Caballería; una obra que aún no ha sido traducida al francés [lo que es falso][22], que gustará a los jinetes y les distraerá la atención que requiere el resto de la obra» (p. VI). Esta versión del Art équestre contiene una gran cantidad de errores de traducción.

Un segundo movimiento se ajusta más a la tradición filológica. Zeunius publicó un libro sobre los tratados políticos y técnicos de Jenofonte, complementado con el Art de la chasse de Arrien[23]. En 1794, Jean-Baptiste Gail también había publicado un volumen con traducciones del Traité d’Equitation y del Maître de la Cavalerie [24]. Como helenista escrupuloso y profesor del Collège de France que era, hizo una presentación honesta y seria de los textos, insertando el texto francés frente al texto griego. Gail se basó en varios manuscritos disponibles en las bibliotecas francesas y al final de su libro ofrece fundamentos críticos [25]. También ha leído la obra de Dupaty de Clam, y no deja de citar algunas frases de este «excelente escudero, pero que poco conocía el griego»[26]. Sin embargo, su obra también contiene errores y se permite «bellas infidencias» que más o menos justifica en sus notas. Por último, a principios del siglo XIX, Benjamin Weiske llevó a cabo una investigación filológica sobre el Art équestre y el Hipparque, acompañando el texto griego con amplios comentarios en latín[27]. Esta fue una de las primeras obras consistente, que muestra la preocupación por elaborar el texto con esmero.

Paralelamente a esos trabajos de traducción, el Peri Hippikês fue una fuente en la construcción del conocimiento de la medicina veterinaria de caballos de los siglos XVI – XVIII.

1.2. Jenofonte y la tradición de la medicina veterinaria de caballos

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La cadena de conocimientos de la medicina veterinaria de caballos que incluye la descripción jenofóntica de la anatomía del buen caballo y sus observaciones sobre la crianza equina, empezó desde la Antigüedad a través de compiladores tales como Magón, Diófanes o Casio Dionisio de Útica, como también de agrónomos latinos (Varron y Columela), y posteriormente de los autores de la colección de medicina veterinaria de caballos. (CHG)

En el siglo XV, León Battista Alberti, cita a Jenofonte entre numerosos autores griegos y latinos, antiguos y medievales, la mayoría de ellos médicos veterinarios de caballos o agrónomos, en su De equo animante, que trata sobre la anatomía, la crianza, el entrenamiento y las enfermedades de los caballos[28]. La cuestión es saber hasta donde influye el texto de Jenofonte en Alberti.

Alberti tenía frente a los ojos el escrito de Jenofonte : por ejemplo, a cerca de las cuartillas, Jenofonte recomienda que no sean demasiado rectas como las de una cabra (hosper aigos) (I, 4), lo cual Alberti retoma por su cuenta (« Internodia quae ad pedes insident, non directa ad perpendiculum (uti sunt caprarum) »)[29]. La descripción del caballo ideal de Alberti (particularmente: la cabeza pequeña y delgada, los ojos saltones, los ollares dilatados, el cuello recto y delgado, el vientre inflado, los músculos de las patas adaptados a los esfuerzos, los cascos duros) realmente hace pensar en la de Cimón y de Jenofonte, pero me parece que se trata de cánones estéticos y funcionales que encontramos en los otros autores que él cita. También encontramos descripciones anatómicas similares en Varrón, Columela, Anatolio, Paladio, Virgilio, Calpurnio, Nemesio y Oppiano[30].

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En 1551, el erudito de Zúrich, Conrad Gesner, publicó la primera parte de un compendium muy detallado sobre la naturaleza, Historiae animalium, que presenta las diferentes especies, entre las que se encuentra la de los caballos (De equo)[31]. Gesner se basa en el texto de Jenofonte, y cuando se refiere a las diversas nociones anatómicas a veces cita el texto griego.

El médico del rey Francisco Primero, Jean Ruel (1474-1537), dedicó a su majestad una colección sobre medicina del caballo traducida al latín, compuesta principalmente de autores griegos entre los que se encuentran Aristóteles, Hipócrates, Galeno, Cimón de Atenas y Jenofonte[32]. Ese conocimiento de la Antigüedad sobre la medicina del caballo, alimentó la ciencia de los caballos que se desarrolla a partir de los tratados sobre el herraje: por ejemplo, el veterinario Gervase Markham (c. 1568-1637), quien escribió varios libros sobre los cuidados de los animales, menciona en su Markham’s Masterpiece[33] a Jenofonte encabezando una lista de escritores que trataron el tema sobre la crianza de caballos y de ganado (entre ellos Camerarius). Así mismo, Jacques de Solleysel (1617-1680), quien publicó en 1664 Le Parfait Maréchal, en el cual se refiere principalmente a la medicina equina, había notado el interés de Jenofonte por los caballos: además del Hippiatriques, había leído los dos tratados ecuestres [34].

Del siglo XVI a principios del siglo XVIII, el discurso antiguo sigue influenciando el conocimiento veterinario que se encuentra en construcción. Daniel Roche escribe, que además se desarrolla enseguida «un empirismo de observación más racional, el de los profesionales, escuderos, especialistas en medicina de caballos y herradores de las grandes caballerías europeas [que] construyen un nuevo conjunto de conocimientos infundados en las prácticas[35]». En este contexto, Claude Bourgelat, fundador de las escuelas veterinarias de Francia, critica fuertemente al autor ateniense, quien a su parecer no había entendido nada de la anatomía del caballo. De tal manera, escribe en un tono inquisidor: «¿Pensaríamos que un hombre como Jenofonte quiso definir el paso del caballo por la altura de sus talones, su buena voluntad por los círculos de la uña, la bondad de sus patas por el sonido que emiten al golpear el suelo, la fuerza de sus extremidades por las pocas venas que entrarán en su composición, su complexión y temperamento por la longitud de sus orejas?» Jenofonte no es el único en sufrir las iras de Bourgelat, pues ningún autor antiguo que se haya atrevido a interesarse por los équidos (desde Aristóteles hasta Vegetius) encontró el favor de sus ojos, porque vivieron en «siglos oscuros»[36]. Según él, más vale recurrir a la ciencia italiana que se ha desarrollado desde el Renacimiento.

Desde el siglo XVIII el desarrollo de la ciencia veterinaria equina se separó poco a poco de una tradición ancestral constituida principalmente por las enseñanzas de Jenofonte. Por el contrario, los especialistas del arte ecuestre reconocen rápidamente a Jenofonte como un maestro, lo cual se puede apreciar desde el Renacimiento.

1.3. Ciencia hípica y arte ecuestre

En el De Equo animante de Alberti, se vislumbra entre sus líneas la enseñanza jenofóntica de conducir al caballo sin ira, pero con calma y suavidad. Sin embargo, de nuevo es difícil asegurar con certitud que se trata de una referencia al autor ateniense: según Serena Salomone, helenista italiana, los principios filosófico-religiosos de Alberti, fundamentados en sus lecturas de Séneca, Cicerón o de los padres de la Iglesia, podrían muy bien explicar esta forma de respeto hacia el animal [37]. Además, los especialistas se dividen frente al hecho de que los primeros autores de tratados ecuestres de la época moderna, como Federico Grisone[38] o Cesare Fiaschi[39], no citan a Jenofonte. Por ejemplo, algunos comparten que la obra de Grisone (Gli ordini di cavalcare (1550)), está inspirada en las ideas de Jenofonte, otros lo ponen en duda [40]. Los consejos que el Napolitano da sobre la posición del jinete, recuerdan los que dio Jenofonte en el capítulo VII de su libro. Sin embargo, en casos muy precisos en los que el caballo desobedece, Grisone recomienda a veces una monta brusca, totalmente contraria a los consejos del maestro ateniense[41]. Entonces, así Grisone haya leído a Jenofonte, también estableció normas ecuestres de su época[42] que venían de su propia experiencia y de la influencia de la equitación española. Diapo10

Por su parte, Claudio Corte, autor de Il Cavallarizzo (1562)[43] y Pasquale Carraciolo, autor de La gloria del cavallo (1566)[44] son mucho más explícitos. Efectivamente, ellos citan a Jenofonte entre numerosos autores antiguos. Corte se refiere a Jenofonte en su prólogo como el autor que en sus dos tratados escribe lo mejor que existe sobre los caballos[45]. Aún más, presenta a Cimón como la primera persona que escribe sobre el arte ecuestre, seguramente apoyándose en las primeras palabras del tratado jenofóntico. Carraciolo hace lo mismo cuando se refiere a la anécdota del caballo de bronce dedicado al Eleusinion en honor de Cimón[46]. Cuando Corte menciona que el establo debe estar a la vista del amo (Libro I, capítulo XXVI)[47], está citando a Jenofonte. Hablando de los volteos (Libro II, capítulo II), él menciona que Jenofonte los evoca en sus tratados muchas veces. En el mismo libro II, capítulo XX, se refiere a poppusmos, el mismo término empleado por el autor ateniense para designar el silbido con el que el jinete se comunica con su caballo (Art équestre, IX, 10)[48]. Caracciolo utiliza la expresión jenofóntica (kunèpodes) para referirse a los caballos que se mantienen erguidos sobre sus cuartillas (p. 155). Un capítulo entero de La Gloria del cavallo está dedicado a las bridas según Jenofonte (Briglie secondo Senofonte, p. 349-350), otro a la disciplina impuesta al caballo, también según Jenofonte (Disciplinare un cavallo secondo Senofonte, p. 360-367). Las citas del autor ateniense son muy numerosas y no sólo se refieren al tratado ecuestre. Tanto Caracciolo como Corte utilizan un marco de referencias antiguas[49] para ilustrar la ética aristocrática, basada en la disciplina del caballo y su jinete: la enseñanza de Jenofonte refuerza el concepto de que las prácticas ecuestres son uno de los símbolos de reconocimiento social [50]. Estas obras italianas (Grisone, Corte, Caracciolo) se difundieron con éxito en Europa, al igual que las ediciones de Grisone en Francia (encontramos unas diez antes de 1610): efectivamente, en ese entonces, la lengua italiana era el medio de comunicación ideal para la transmisión cultural [51].

En Inglaterra, John Astley escribió un Art of Riding (1584)[52]. Emparentado a la Reina Isabel por el lado de su madre, nombrado bajo su reinado « Master and Treasurer of her Majesty’s Jewels and Plate », fue miembro del Parlamento. Especialista en caballos, fue designado Comisario de los caballos de guerra en el condado de Middlesex. Su tratado se apoya en los consejos de Jenofonte y Grisone, especialmente cuando se refiere a la conformación del caballo (capítulo 2). Los capítulos 8 y 9, basándose nuevamente en los dos autores que aprecia[53], hablan del caballo entrenado para la guerra. Efectivamente, se nota su inspiración en el autor ateniense cuando aconseja recompensar al caballo cuando éste realiza bien lo que se le pide, y castigarlo en el caso contrario[54].

Se podría pensar que Montaigne, el devorador de textos antiguos y famoso por llevar a cabo «sus más largas conversaciones» montando a caballo, hubiese sido uno de los primeros autores franceses en referirse y comentar el Art équestre. Pero este no es el caso. Él considera a Jenofonte un escritor «de mucho peso» pero lo evoca principalmente por sus aventuras relatadas en el Anabase, o porque le interesa la Cyropédie. Efectivamente, en su capítulo de Essais titulado « Des destriers » (I, 48) no hace ningún comentario sobre el tratado de equitación. Sin embargo, tenía en su poder todas las obras del autor griego en una compilación de traducciones latinas realizadas por Catellion y publicadas en Basilea en 1551[55].. En cambio si había utilizado el tratado de Caracciolo[56].

En los siglos XV y XVI, Jenofonte aparece en los ámbitos ecuestres como un autor que redescubrimos, que citamos, y del cual seguimos algunos consejos. La circulación de libros fomentó el interés que obtuvo en Inglaterra, en Francia o en otros países. Es considerado como uno de los maestros indiscutibles del arte ecuestre que hay que citar, entre humanismo y valores aristócratas, Jenofonte refuerza los valores característicos de los hombres de caballos [57].

Francesco Liberati, autor de La Perfettione del cavallo (1639), se refiere en el tercer tomo a las prácticas de la crianza (reproducción, cuidados, alimentación, marcado). Ya hemos dicho que en su libro incluye una traducción del tratado jenofóntico hecha por él mismo[58]. También contaba con una lista de autores sobre los que se había apoyado para escribir su obra, entre los cuales se encontraba Camerarius cuyo trabajo seguramente le fue útil para la traducción del Art équestre. Por su parte, Pinter von des Au, escribió en 1664 una obra sobre el adiestramiento y los cuidados de los caballos[59]. Él también se remitió a una larga lista de escritores entre los que se encontraban los expertos en tratar las enfermedades de los caballos tanto griegos como latinos, como también Cesare Fiaschi, Pasquale Caracciolo y por supuesto, Jenofonte. Algunos especialistas en el estudio del caballo de la época, se burlan de la creación de estas listas de autores que juzgan superfluas e inútiles[60]. De todas maneras, los eruditos de los siglos XVI y XVII al elaborar o traducir textos sobre el estudio del caballo o ecuestres, contribuyen a forjar la identidad de los hombres de caballo, ya que ellos recurren a un catálogo de prácticas y de valores provenientes de una tradición más o menos lejana[61].

Pocos autores de grandes tratados ecuestres del siglo XVIII mencionan a Jenofonte como uno de los primeros maestros de referencia. Como vimos, si bien es el caso de R. Berenger quien tradujo el Art équestre, François Robichon de La Guérinière, por ejemplo, no lo evoca para nada en su École de cavalerie (1733). Sin embargo, a diferencia de los conocimientos de la medicina veterinaria de caballos, que parecen haber abandonado la tradición antigua, la equitación jenofóntica sigue despertando el interés en los estudiosos del caballo de los siguientes siglos.

2. El escudero Jenofonte o el futuro del Art équestre en los siglos XIX y XX

El análisis riguroso del texto jenofóntico que inició a finales del siglo XVIII continúa en el siguiente siglo. Sin embargo, el carácter técnico del tratado dio paso al nacimiento de dos enfoques, el de los helenistas, diferente al de los estudiosos de los caballos: en Francia este antagonismo se nota particularmente en las traducciones de Courier y de Curnieu.

2.1 El ejemplo francés: helenistas versus estudiosos de los caballos

El francés Paul-Louis Courier (1772-1825), escritor, polemista y artillero a caballo, realizó, a comienzos del siglo XX, un gran trabajo de traducción de los dos tratados ecuestres[62]. Utilizó sus conocimientos de equitación [63], pero sobre todo, como era helenista, pudo entender los textos de una manera muy precisa[64].. Su importante trabajo fue reconocido de inmediato, como lo señala un cronista de la época: «Hasta hoy ese texto jamás había aparecido en toda su pureza ; incluso en las ediciones más reconocidas, había sufrido alteraciones. Queriendo reparar el daño ocasionado por sus predecesores, el nuevo editor se ha lanzado en un gran trabajo, cotejando la mayoría de los manuscritos de Italia y Francia encontró muchas lecciones que los primeros editores desconocían» [65].

Sin embargo el trabajo de Courier fue cuestionado muy pronto: «La traducción de Courrier [sic], aún siendo muy superior a la de los otros dos [de Dupaty de Clam y de Gail] peca por muchos errores ; él sustituye varias veces las ideas de Jenofonte por las suyas propias, que no son siempre correctas. Sus notas prueban que Courrier no era gran conocedor de caballos ; no sabía sobre este tema más que los generales de artillería que sobresalían en su época, los cuales, a juzgar por aquellos que sobrevivieron, no debían ser expertos en el estudio de los caballos. Por lo tanto, podríamos asegurar que todavía falta hacer una verdadera traducción del libro Peri Ippikês». Esto es lo que se leía en un artículo del barón de Curnieu[66] que hablaba sobre la nueva traducción del tratado de Jenofonte. El mismo Curnieu es aún más duro en su libro: «Las notas de Paul-Louis Courier hacen pensar que era poco conocedor de caballos ; además su originalidad y gusto solo por la antigüedad le hicieron perder el norte. El pretende interpretar el texto más desde de sus ideas, por lo general muy peculiares, que a partir del sentido natural de este mismo» (p. XVIII-XX)[67].

Famoso por ser un buen helenista, el barón de Curnieu (1811-1871)[68], justifica la realización de una nueva traducción con el hecho de haber encontrado diferentes interpretaciones, con las que a veces no está de acuerdo, en las lecturas de las traducciones de Gail, Dupaty de Clam o Courier. Por otra parte, el tratado de Jenofonte puede sustituir todas las publicaciones sobre el arte ecuestre y la crianza de caballos de su época, y seguir siendo leído y meditado (p. XIX-XVI) puesto que lo considera «claro, preciso, agradable en la forma y en los detalles». Su ambición no es la misma que la de Courier: Curnieu se presenta como «hombre de caballo» y como tal reclama la «indulgencia» de los eruditos (p. 155). Mennessier de la Lance, bibliógrafo ecuestre, considera que «la mejor traducción para consultar» es la suya[69].

Por su parte, las traducciones del siglo XIX en Francia, siguen las enseñanzas de Gail, Courier y de Curnieu y no aportan nada nuevo[70]. En 1950, Edouard Delebecque, helenista, antiguo alumno de la escuela de equitación de Saumur [71], ofrece una traducción de gran calidad [72]. Paul Morand, escritor y amante de la equitación, por ejemplo, en la bibliografía de su Anthologie de la littérature équestre asocia el trabajo de Curnieu y de Delebecque (sin mencionar el de Courier) [73]. Durante estos dos siglos, si bien los hombres franceses especialistas en caballos siguieron interesados en el Art Equestre de Jenofonte, los helenistas, por su parte, se mantuvieron relativamente discretos al respecto.

2.2. La aceptación del Art équestre en Europa en los siglos XIX y XX : milagro o ilusión de un continuum?

En los siglos XIX y XX aparecen relativamente pocas ediciones y traducciones nuevas del tratado [74]. Sin embargo, en el mundo ecuestre se considera a Jenofonte como uno de los primeros eslabones de una cadena de grandes maestros de la equitación. El conde Savary de Lancosme-Brèves (1809-1873) se refiere a este antiguo texto como un documento fundador de la ciencia ecuestre occidental, siguiendo la traducción de Curnieu: «De esta práctica Jenofonte saca las primeras verdades ecuestres que sirvieron de base a la escuela teórica durante mucho tiempo, y algunas de las cuales se siguen utilizando hoy en día» [75].

De esta manera, según Albert Monteilhet, este tratado habría inspirado la equitación de los Romanos, los Bizantinos, la escuela italiana del Renacimiento, y luego de los maestros de los siglos XVII y XVIII [76]. El Peri Hippikês, según él, habría podido incluso ser escrito por el gran jinete francés François Baucher [77].

Así mismo, bajo la sombra tutelar del autor ateniense, se habría construido la historia ecuestre de Occidente, seguramente penetrando la mente de aquellos que están de acuerdo con esta teoría, con este milagro griego. La soltura de la mano, como también los conocimientos etológicos y las diferentes tonadas expuestas por el autor ateniense, constituirían entonces, como lo resume Michel Henriquet, «los movimientos y las posturas esenciales que orientaron a los primeros maestros en el camino de la alta escuela de equitación» [78]. De igual manera, el director de la Escuela Española de Viena, el Coronel Podhasky, anotaba que las principales figuras del arte ecuestre (piafe, passage, levade) fueron evocadas en el tratado jenofóntico, y retomadas por la escuela vienesa [79].

Denis Bogros, escudero del Cadre Noir de Saumur, por el contrario, rechaza cualquier influencia de Jenofonte en el arte ecuestre de los Romanos, luego del Renacimiento hasta el siglo XIX: «En el mundo de la caballería europeo se han dicho y escrito muchas cosas sobre ese maestro (430-355 a. J.-C.) y esto desde el siglo XIX. Nuestros historiadores lo han convertido en el inventor de la equitación, y hasta hace poco era el punto de partida de su historia. Eso parece muy exagerado. Fidias ya había decorado el Partenón con sus famosos jinetes, mientras que Jenofonte aún no se había subido a una montura» [80]. Además, hizo esta observación obvia, al constatar que el autor antiguo no aparecía en la mayoría de las referencias ilustres de los tratados de arte ecuestre del Renacimiento y de la época moderna: «Aunque nos cueste creerlo, todo esto es muy extraño y nos hace dudar de la influencia de Jenofonte en el arte ecuestre clásico. Para que su influencia en los maestros franceses solo del siglo XIX se haga sentir tardíamente, tendremos que esperar a Dupaty de Clam, helenista ilustre que tradujo por su cuenta al maestro griego a partir del manuscrito griego, a Paul-Louis Courrier [sic] y J.-B. Gail quienes publicaron traducciones en nuestro idioma. Este asunto preocupó demasiado a los historiadores europeos de la equitación, quienes seguramente por eurocentrismo, quisieron un precursor de nuestro continente» [81]. En general, M. A. Littauer, también duda de una influencia directa del tratado de Jenofonte sobre los teóricos del Renacimiento y de la época moderna [82].

De hecho, es mejor inclinarse por una opción intermedia, entre una lectura que validaría una influencia permanente de Jenofonte en el arte ecuestre occidental, y un rechazo categórico de cualquier influencia del maestro ateniense hasta el siglo XX.

Por supuesto, no se puede aceptar la idea de que Jenofonte haya aportado todos los principios que rigen la equitación clásica. Las riendas eran diferentes y los frenos griegos eran muy exigentes. En ese contexto se entienden sus consejos sobre la mano suelta: la mano del jinete, no debe tirar demasiado de las riendas, para no herir la boca del caballo [83]. Las observaciones que Jenofonte hace sobre la importancia de trabajar al caballo en la «traída» y en la «recogida», que los teóricos ecuestres, desde Grisone hasta Berenger, recomiendan [84], son de sentido común. Igualmente, los consejos de Cimón, sobre la necesidad de la mansedumbre en la práctica ecuestre, retomados por Jenofonte, no validan la idea de que estos autores estuvieran desarrollando una equitación etológica en el sentido moderno del término [85]. Si los principios etológicos pueden verse en el tratado de Jenofonte, su lectura es mucho más matizada, ya que Jenofonte escribe que cada rechazo del caballo, considerado como desobediencia, da lugar a un castigo o a un apremio adicional (VIII, 4; 13) [86].

Sin embargo, como atestiguan los libros de Corte y Caracciolo, las enseñanzas de Jenofonte -sobre la crianza, la anatomía, como también las riendas o a las figuras ecuestres- se difundieron puntualmente a partir del Renacimiento, y de hecho no se ha negado la posteridad de esos dos libros en Europa. La influencia de Jenofonte también se aprecia en la definición del caballo ideal. En efecto, es posible que entre otros, Shakespeare hubiera leído el primer capítulo de Jenofonte para haber escrito en su descripción del caballo de Adonis [87]

« Round-hoof’d, short-jointed, fetlocks shag and long,

Broad breast, full eye, small head, and nostril wide,

High crest, short ears, straight legs and passing strong,

Thin mane, thick tail, broad buttock, tender hide.»[88]

«Cascos y andares bellos, larga y tupida crin, gran pecho y ojos grandes, proporcional cabeza, alto cuello, y orejas cortas, robustas patas, crines y espesa cola, gran grupa y liso pelo todo lo que es belleza a él no le faltaba, excepto un buen jinete para sus buenos lomos»)[Versión lírica de Ramón García Morales [nota del traductor]]

Por lo tanto, la influencia del Art équestre en Europa occidental merecería un estudio detallado basado en comparaciones filológicas y un análisis profundo de los contextos de redacción de los tratados ecuestres o de sus diferentes traducciones [89].

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[1] Diógenes Laercio (II, 57) menciona los dos tratados ecuestres en la biografía de Jenofonte, pero sin hacer comentarios. Pólux toma algunos términos o expresiones empleados por Cimón y por Jenofonte. Arriano (Cynegeticus, I, 5) había observado la importancia del Peri Hippikês que, según él, corregía las deficiencias del libro de Cimón. Los especialistas de medicina veterinaria de caballos del Corpus Hippiatricorum Graecorum también se fijaron en el buen conocimiento que tenía Jenofonte de la anatomía del caballo. Así fue como Apsyrtos reafirmó que la obra de los dos atenienses eran los mejores tratados escritos sobre la conformación de los caballos, y que para el adiestramiento de los potros, no había nadie más que Jenofonte. Para describir el caballo ideal, Teomnestos por su parte, utilizó las enseñanzas de Cimón y de Jenofonte.

[2] Sabemos por Stéphane de Byzance, s. v.  Ἄχναι que un tratado ecuestre había sido escrito por un Tesalio llamado Cleodamas, sin haber dicho nada más (Κλεοδάμας περὶ ἱππικῆς καὶ πωλοδαμαστικῆς γράψας).

[3] Salomone (1986), p. 243, n. 8.

[4]Xenophon atheniensis. Cyri pedias libri VII ; Anabassos lib. VII ; Apomnemoneumaton lib. IV ; Venatoria ; de re equestri ; de equis alendis ; Lacedaemonum resp. ; Atheniensum resp. ; Oeconomica ; Hieron ; Symposium ; de Greacum gestis lib. VII, Florentae, in aedib. Phil. Juntae, 1516. Sobre las ediciones del siglo XV, véase Ph. Deblaise, «Les traducteurs de Xénophon», en M. GENNERO (éd.), Omaggio a Senofonte, Collegno, Roberto Chiaramonte, 2008, p. 111-118. Esta editio princeps está incompleta y los herederos de Filippo publicarán en 1525 una segunda edición más completa.

[5] Ese Hippocomicus, que parece haber tenido un gran número de seguidores (véase. Biografia universale antica e moderna, Venecia, vol. IX, 1823, p. 180), contenía una gran cantidad de consejos sobre higiene, cuidados, adiestramiento, embocaduras. En éste, Camerarius recomendaba el uso de la suavidad y proscribía las soluciones violentas. Para la referencia, véase n. 16.

[6]Sobre ese punto, véase recientemente Sannicandro (forthcoming).

[7]In hoc Libello haec insunt De tractandis Equis sive ἱπποκομικός, conversio Libelli Xenophontis de Re equestri in Latinum. Historiola rei nummariae sive de nomismatis Graecorum et Latinum. Autore Ioachimo Camerario Pabergensi, Tübingen, 1539. Una segunda edición, a la cual Camerario le había agregado otros textos de Jenofonte, entre los que está el Hipparque, apareció en 1543 en Leipzig. Véase G.-R. Mennessier de la Lance, Essai de bibliographie hippique, donnant la description détaillée des ouvrages publiés ou traduits en latin et en français sur le cheval et la cavalerie, avec de nombreuses biographies d’auteurs hippiques, T. 2, París, 1917, p. 655-656.

[8] En Suiza, el impresor de Basilea, Nicolas Brylinger, emprendió la tarea de publicar las obras completas (1545), con la ayuda de once traductores diferentes entre los que se encontraba Camerarius, quien tuvo a su cargo la traducción del Art équestre. En Francia, Sébastien Gryphe, publicó las obras de Jenofonte en Lyon, en 1551, y en 1561, Henri Estienne publicó una edición griega y latina del autor ateniense (ahí también aparece la traducción del tratado ecuestre de Camerarius). Véase Irigoin (1979), p. IV. Por su parte, después de haber pasado dos años en la corte de Saboya, en Torino, (1579-1581), Johannes Levvenklaviua (1533-1593), tradujo principalmente al latín el Art équestre (que fue publicado en Frankfurt en 1594 con múltiples reediciones (1594-1596 ; 1595 ; 1625 ; 1691-1703 ; 1700-1704). La Biblioteca Ambrosiana de Milán también conserva un manuscrito con la traducción al latín (P 243 sup) (Xenophontis Atheniensis De re equestri libellus e Graeco et Latinum conversus, siglos XV – XVI) : véase D. Marsh, «Jenofonte», en V. Brown, P. O. Kristeller y F. E. Cranz (éd.), Catalogus Translationum et Commentariorum, Vol. VII, Washington, 1992, p. 75-196, p. 138.

[9] Il modo del cavalcare scritto da Xenophonte. Di nuovo tradotto, nella vostra volgar lingua. Ove si trattano molti particolari si intorno al conoscere un buon Cavallo, come nel saperlo conservare e ammaestrarlo, Venecia, 1580.

[10] Marc’Antonio GANDINI, Le opere di Senofonte Ateniese. Filosofo ed istorico eccellentissimo, molto utili a’ capitani di Guerra ed al vivere morale e civile, tradotte dal Greco, volumen 3, Verona, 1588.

[11] Formado en España y en Flandes, este humanista y poliglota fue encargado de la Secretaria de Interpretación de Lenguas bajo Carlos V y Felipe II : véase L. Schwartz, « Cervantes, lector de Jenofonte, y las ‘obras de Xenophonte’ traducidas por Diego Gracián », RILCE, 26, 1, 2010, p. 202-213, p. 205.

[12] LAS OBRAS DE XENOPHON TRASLADATAS DE GRIEGO EN Castellano por el Secretario Diego Gracián, divididas en tres partes, Dirigidas al Sereníssimo Príncipe don Philippe nuestro Seňor, Salamanca, 1552. Además del tratado ecuestre (f. 187v – 195r), el libro incluía la Cyropédie, el Anabase, el Hipparque, Agésilas y la Cynégétique. Esta traducción fue tomada nuevamente en la obra de Alonso Suarez (publicada en Toledo en 1564), la cual contenía además los textos de Piero Crescentino y de los especialistas en medicina de caballos Apsirto y Hierocles. Véase Marsh (1992), p. 84. La obra de Diego Gracián fue utilizada particularmente por Cervantes (principalmente la Cyropédie y la Cynégétique) : Schwartz (2010). Por lo que sabemos, en los ámbitos ecuestres españoles y portugueses de la época moderna, Jenofonte ha sido muy poco leído. De todas maneras véase n. 56.

[13] Les Œuvres de Xénophon, docte philosophe et valeureux capitaine Athénien : nouvellement traduites en François, recueillies toutes en un volume et dédiées au Roy par Pyramus de Candolle, Colonia, 1613, el Équrie se encuentra en las p. 720-735. La obra se publica nuevamente en Yverdon 1619 (p. 1132-1156).

[14] Mennessier de la Lance (1917), p. 663-664.

[15] F. Liberati, La Perfettione del cavallo (…), Roma, 1639.

[16] H. ALDRICH, Xenophontis De re equestri, De magistro equitum et De venatione, Oxford, 1693.

[17] Xenophontis opera quae extant omnia ; una cum chronologia Xenophontea Cl. Dodwelli et quatuor Tabulis Geographicis, Oxford, 1703 (hubo una segunda edición en 1763-1764). El tratado ecuestre se encuentra en el tomo 2 del quinto volumen. El frontispicio de esta obra representa un jinete y su caballo al galope, acompañado de galgos. Véase Mennessier de la Lance (1917), p. 663-664. En su prefacio Wells menciona que para el texto griego se apoyó en la edición de Henri Étienne, y para el texto latino en la traducción de Levvenklavius.

[18] R. BERENGER, The History and Art of Horsemanship, Londres, 1771, vol. 1, p. 215: “A work not only respectable for its antiquity, and for being the only one which has survived the ravages of time, but still more valuable, as coming from one who was a General, Historian, and Philosopher, shone with distinguished lustre, in a very polished and discerning age”.

[19] Sobre Bourgelat, ver infra.

[20] Ch. DUPATY de CLAM, Traités sur l’équitation, avec une traduction du “Traité de la cavalerie” de Xénophon, París, 1771.

[21] Dupaty de Clam es partidario de la teoría mecanicista, indirectamente inspirado en Descartes y Malebranche : véase J.-P. Digard, Une histoire du cheval. Art, techniques, société, Arles, 2004, p. 123-126.

[22] O sea que el autor no conoce la traducción de Pyrame de Candolle.

[23] J. C. ZEUNIUS, Opuscula politica, equestria et venatica, cum Arriani libello de Venatione, Lipsiae, 1778.

[24] Œuvres de Xénophon traduites en français, sur les textes imprimés et sur quatre manuscrits de la Bibliothèque nationale, par le Citoyen Gail, Professeur de littérature grecque au Collège de France, place Cambrai, De l’imprimerie Didot Jeune, A Paris, chez l’Auteur, au Collège de France, place Cambray, l’An troisième. Gail se inspiró en la obra de Zeunius, al que se refiere con elegancia p. IX-X : « En mi trabajo, he tomado como referencia la excelente edición de Zeunius, un crítico reconocido tanto por su erudición como por su respeto por los textos antiguos. A menudo me he beneficiado de sus notas: cuando no estoy de acuerdo con él, lo he dicho con el respeto que se deben los escritores que solo quieren iluminarse mutuamente». Veremos que Courier fue menos cauteloso con el trabajo de Gail.

[25] Principalmente especialista en la obra del autor ateniense, también publicó una Vie de Xénophon suivie d’un extrait historique et raisonné de ses ouvrages (Paris, 1795).

[26] J.-B. GAIL, Œuvres de Xénophon, p. 344.

[27] B. WEISKE, Xenophontis Atheniensis Scripta in usum lectorum Graecis Litteris tinctorum commentarii ad rerum et verborum intelligentiam illustrata, volumen 6, Lippsiae, 1804. El se refería a los trabajos anteriores, y principalmente a los de Camerarius, Levvenklavius, Zeunius, y de Gail.

[28] Parece que ese libro fue escrito hacia 1444-1445 con motivo de una licitación pública para la edificación de un monumento ecuestre dedicado a Nicolás III de Este, en Ferrara. Sobre el contexto, véase E. di Stefano, « Il ‘De equo animante’ di L. B. Alberti : una teoria de la bellezza ? », dans F. Furlan et G. Venturi (éd.), Leon Battista Alberti. Gli Este et l’Alberti : tempo e misura, vol. 1, Pise-Rome, 2010, p. 15-26, p. 15-16. Durante el mismo periodo, Enea Silvio Piccolomini (el papa Pio II), redactó un De naturis equorum. « Hi fuere auctores, qui quidem ad manus nostras pervenere : Graeci Xenophon, Absyrtus, Chiron, Hippocrates et Pelagonius ; Latini Cato, Varro, Virgilius, Plinius, Columella, Vegetius, Palladius, Calaber, Crescentius, Albertus, Abbas ».

[29] Salomone (1986), p. 247.

[30] Véase sobre ese punto McCabe (2007), p. 5-6 y p. 194-195.

[31] Conrad Gesner (1516-1565) fue un gran erudito: médico y filósofo, viajó a París, Montpellier, Basilea y Estrasburgo. El liber I (Historiae Animalium), fechado en 1551, se inspira en la Historia Natural de Plinio. Las imágenes son escasas en la primera edición, pero las siguientes ediciones (particularmente las de 1620) están enriquecidas con magníficas ilustraciones, particularmente las de Durero. Sobre ese punto véase A. J. J. Van de Velde, « El Liber I ” Historiae Animalium” de 1551 de Conrad Gesner », Revue d’histoire des sciences et de leurs applications, 5, 3, 1952, p. 265-269. Johann Fayser, Stallmeister del Duque de Franconie, escribió varios Hippiatria, que se inspiraron de los autores clásicos y bizantinos, como también del escudero italiano Grisone. Johann Fayser, Hippiatria: Grundlicher Bericht und aller ordentlichste Beschreibung der bewerten Roßarzney, Ausburgo, 1576. Fayser presenta a Camerarius como su preceptor (en el folio 155v). Véase L. Sannicandro, «Joachim Camerarius e la traduzione latin el Peri ippikès (De re equestri) di Senofonte (1539)», en T. Baier (éd.), Camerarius Polyhistor. Studien zu den wissenschaftlichen Schriften des Älteren Camerarius, Tübingen, 2017 (forthcoming). Sobre Gisone, ver infra.

[32] Veterinariae medicinae libri duo Joanne Suessionensi interprete, París, 1530 ; tÇn ßppiatrikÇn BiblÛa dæv : Veterinariae medicinae libri duo Joanne Ruellio olim quidem latinitate donati, nunc vero iidem sua, hoc est Graeca lingua, primum in lucem editi, Bâle, 1537. Véase A.-M. Doyen-Higuet, «Les textes d’hippiatrie grecque. Bilan et perspectives», AC, 50, 1-2, 1981, p. 258-273, p. 258 ; A. McCabe, A Byzantine Encyclopaedia of Horse Medecine. The Sources, Compilation, and Transmission of the Hippiatrica, Oxford, 2007, p. 49-51. Hubo dos traducciones de la edición de Grynée, una en italiano y la otra en francés.

[33] G. Markham, Markham’s Maister-peece [Masterpiece], Containing all Knowledge Belonging to Smith, Farrier, or Horse=Leech, Touching on Curing All Diseases in Horses, Londres, 1610.

[34] J. de SOLLEYSEL, Le parfait mareschal, qui enseigne à connoistre la beauté, la bonté et les deffauts des Chevaux…, París, 1664, [al lector, sin numeración] : «Nos quedan muchos vestigios de los Antiguos que nos muestran su gran interés por criar caballos. Los tratados de medicina de los caballos como los de Absirto, Hierocles, Anatolio, y otros que hemos recopilado en un volumen y que Ruellius tradujo del griego al latín, dan fe ; no encontramos nada más antiguo y más bello que los dos libros que tenemos de Jenofonte, gran filósofo, gran historiador, y gran hombre de guerra, en los que trata sobre el cuidado de los caballos y el aprendizaje del caballista».

[35] Roche (2015), p. 168.

[36] Cl. BOURGELAT, Éléments d’hippiatrique ou nouveaux principes sur la connaissance et la médecine des chevaux, Segundo omo, primera parte, Lyon, 1751, p. IX-X.

[37] Salomone (1986), p. 246-247.

[38] Dentro de la Academia de Nápoles, Grisone enseña a ejercitar al caballo para la guerra enseñándole principalmente las figuras como piruetas o cabriolas.

[39] Cesare Fiaschi (1523-1568) fundó la Academia de Ferrara (1534), en donde se promueve la enseñanza de la traída y la recogida. Es el autor del Trattato dell’ imbrigliare, maneggiare e ferrare cavalli (Bolonia, 1563).

[40] Los elementos del debate se explican en Anderson (1983) ; Véase Littauer (2002). Grisone, en el capítulo I, evoca Alexandre y Bucéphale, como también Bellérophon, al cual presenta como el inventor de la equitación.

[41] Sobre ese punto, véase E. M. Tobey, « The legacy of Federico Grisone », en P. Edwards, K. A. E. Enenkel y E. Graham (éd.), The Horse as Cultural Icon.The Real and the Symbolic Horse in the Early Modern World, Leiden y Boston, 2012, p. 143-171, p. 163.

[42] Digard (2004), p. 121-122.

[43] Libro impreso en Venecia. Corte nació en 1525 y pasó su infancia a Milán al lado de la Duquesa Isabel de Aragón-Sforza, y escribe su obra cuando se encuentra en Pávia.

[44] Libro dedicado a sus hijos, que también fue impreso en Venecia. Caracciolo, proveniente de la alta aristocracia, muy leído, era un escudero napolitano (hijo del Canciller del reino). Fue un gran éxito con seis ediciones publicadas en cuarenta años. No fue traducido pero su obra se difundió en toda Europa: Philip Sidney, por ejemplo, aconsejaba su lectura junto con la de Grisone y Corte, y también fue difundido en la corte de Felipe II a través del Jefe de escuderos don Diego de Cordova. Véase Balsamo (1999), p. 259-260.

[45] « Tra li quali giudico Xenofonte ne habbi trattato piu diffusamente, e miglio di tutti gl’altri nel suo Hippico, e Hipparco (…) ».

[46] P. 56 de la edición del año 1608 (Venecia).

[47] Como apoyo del párrafo IV, 1 del Art équestre.

[48] Es probable que Corte se haya apoyado en el fragmento traducido por Camerarius, 38v : « Neque hoc ignorandum, praecipi poppusmÒ (…) ».

[49] La práctica, muy usada en la literatura especializada en caballos, que pretende citar o referirse los autores antiguos y modernos, también aplica en los tratados consagrados a la crianza y adiestramiento de los caballos: vimos que es el caso de J. Fayser, autor de Hippiatria ; también es el caso de Markus Fugger, quien no omite referirse a Jenofonte entre numerosos autores griegos, latinos o modernos (Camerarius, Caracciolo, Corte, Fayser, Fiaschi, Grisone, Ruel) : Marcus Fugger, Von der Gestüterey. Das ist ein gründtliche Beschreibung wie und wa man ein Gestüt von guten edlen Kriegsrossen auffrichten und erhalten und wie man die Jungen von einem Jar zu dem Andren erziehen soll, Frankfurt 1584. Sur Fugger, ver P. F. Cuneo, « Marx Fugger’s Von der Gestiiterey. Horses, Humanism, and Posthumanism in Early Modern Augsburg », dans R. Spannring, R. Heuberger et al. (eds.), Tiere, Texte, Transformationen: Kritische Perspektiven der Human-Animal Studies, Bielefeld, p. 69-84.

[50] Roche (2015), p. 201-202.

[51] D. Roche, Histoire de la culture équestre, XVIe – XIXe siècle. Connaissance et passion, París, 2015, p. 32.

[52] John ASTLEY, The Art of Riding, set foorth in a breefe treatise, with a due interpretation of certeine places alleged out of Xenophon, and Gryson, verie expert and excellent Horssemen, Londres, 1584.

[53] Sobre la vida de Astley y su entorno social, véase H. S. Wilson, « John Astley, ‘Our Inglish Xenophon’ », Huntington Library Quarterly, 22, 2, 1959, p. 107-118. Otros escritores publicaron en Inglaterra tratados ecuestres inspirados en Grisone o traducidos del libro de Corte: Thomas Blundeville, A New Booke Containing The Arte o Ryding (1560) ; Thomas Bedingfield, The Art of Riding by Claudio Corte (1584).

[54] Tobey (2012), p. 163 n. 80.

[55] https://montaigne.univ-tours.fr/xenophon-opera-bale-isingrin-1551/ (consultado el 17 de agosto de 2017). Ver también J. O’Brien, « ‘Autheur de merveilleux poids’: Montaigne et Xénophon », Montaigne Studies, XVII, 2015, p. 17-34, p. 17 n. 2.

[56] En el capítulo de « Des Destriers », parece que Montaigne utiliza la Gloria del Cavallo para evocar dos anécdotas : véase J. Balsamo, «Montaigne, el estilo (del) caballista, y sus modelos italianos», Nouvelle Revue du XVIe siècle, 17, 2, 1999, p. 253-267, p. 258-260.

[57] En un marco más amplio, las obras de Jenofonte, y principalmente la Cyropédie, son referencias importantes en la construcción ética aristócrata y la educación de los príncipes: véase Humble (2017), p. 427, sobre el Il Cortegiano de Baldassarre Castioglione (1528).

[58] La perfettione del cavallo. Libri tre, di Francesco Liberati romano. Dove si tratta del mantenimento del cavallo, e dell’osservationi circa la generatione, suoi mali, e cure di esse buon governo della stalla, qualità delle razze antiche, e moderne, che sono merchi, e della natura ancora de’ cavalli stranieri. Et insieme dell’arte di cavalcare di Senofonte, tradotto dal greco nel nostro idioma italiano, Roma, 1639.

[59] Vollkommener ergäntzter Pferdt-Schatz (…) In  Gestalt  einer  außführlichen (…) Theoria  Und  auff  dieselbe  gegründete  Praxis  verfasset (…), Frankfurt, 1664. Sobre este tema ver P. F. Cuneo, « Visual Aids : Equestrian Iconography and the Training of Horse, Rider and Reader », en P. Edwards, K. A. E. Enenkel y E. Graham (éd.), The Horse as Cultural Icon. The Real and the Symbolic Horse in the Early Modern World, Leiden y Boston, 2012, p. 71-97.

[60] Por ejemplo, Christopher Lieb, Gebissbuch (…), Dresde, 1616, p. 1 ; véase P. F. Cuneo, « (Un)stable Identities: Representations of the Horse and the Professionalization of Art, Horsemanship, and Scholarship in Early Modern Europe », K. Enenkel et P. Smith (éd.), Early Modern Zoology, Leiden, Brill, 2007, p. 339-359, p. 355 n. 40.

[61] Cuneo (2007).

[62] Du Commandant de la cavalerie et de l’Équitation : deux livres de Xénophon traduits par un officier d’artillerie à cheval, París, 1813. Sobre Courier helenista y traductor, véase. Blaineau (2011), p. 68-77.

[63] Llegando incluso a experimentar uno de los consejos de Jenofonte para fortalecer los cascos de los caballos: véase Blaineau (2011), p. 155-157 y p. 188-190.

[64] Además de las traducciones de Gail, él tenía el volumen de Zeunius, y también Lexicon Xenophonteum (creado por F. W. Sturtz, Stuttgart, 1801-1804), como también una edición de las obras del autor ateniense fechada en 1588. Selecta quaedam e Xenophontis operibus quorum index in sequenti pagina cernitur, Roma, 1588. Sobre ese punto, véase Blaineau (2011), p. 73.

[65] J. B. B. ROQUEFORT, «Del Comandante de la caballería y de la Equitación. Dos libros de Jenofonte ; traducidos por un oficial de artillería a caballo [crítica] », Mercure de France, 55, abril 1813, p. 104-109.

[66] « De l’équitation, par Xénophon ; traducido al francés por M. le Baron de Curnieu », Journal des Haras, chasses et courses de chevaux, 3, 2, Bruselas, 1841, p. 110-113 (la anotación se encuentra en la p. 111). El autor que firma H., es desconocido.

[67] Mencionado en un artículo que se refiere a la traducción de Curnieu, apareció en la Revue de bibliographie analytique, 1, 1840, p. 420-422 (el autor de la reseña es anónimo).

[68] Además publicará las prestigiosas Leçons de science hippique générale (París, 1855). Siendo propietario de un criadero de caballos, construyó a lo largo de su vida una biblioteca hípica importante.

[69] G. R. MENNESSIER de la LANCE, Essai de bibliographie hippique, París, Dorbon, 1921, t. 1, p. 336.

[70] Principalmente las traducciones de Buchon (1836), de Trianon (1842), de Talbot (1859), o de de Pessonneaux (1873).

[71] Según A. Monteilhet, « Xénophon et l’art équestre », BAGB, 4, 2, 1957, p. 27-40, p. 38.

[72] Xénophon. De l’Art équestre, París, 1950 (rééd. 1978). Vale la pena mencionar también la interesante traducción de Pierre Chambry (Xénophon. Œuvres complètes, París, 1967, vol. 1, p. 353-388).

[73] P. Morand, Anthologie de la littérature équestre, París, 1966 (rééd. Arles, 2010).

[74]  Alemania : Weiske (1804) ; J. C. Ginzrot, Die Wagen und Fahrwerke der Griechen und Römer und anderer alten Völker, t. 2, Munich, 1817, p. 355-381 ; L. Dindorf, Xenophontis Scripta Minora cum brevi annotatione critica, Lippsiae, 1824 ; Jacobs (1825) ; G. A. Sauppe, Opuscula politica, equestria et venatica, cum Arriani libello de venatione, Lippsiae, 1838 ; F. Ruehl, Xenophontis Scripta minora, Leipzig, 1912 ; Kl. Widdra, Xenophontis de Re equestri, Leipzig, 1964 ; Kl. Widdra, Xenophon, Reitkunst, Damstadt, 1965. Angleterre : (traducteur anonyme), Xenophon’s Rules for the Choice, Management, and Training of Horses, Intended Principally for Officers of the Cavalry, Westminster, 1802 ; H. G. Dakyns, The Works of Xenophon, vol. III, part. II. Three Essays : On the Duties of the Cavalry General, On Horsemanship, and on Hunting, Londres, 1897 ; E. C. Merchant, Xenophontis Opera Omnia, vol. 5, Oxford, 1920. Italie : Varj, Opuscoli di Senofonte, vol. 2, Milan, 1823 ; V. Tommasini, Xenophontis, De re equestri Libellus, Berolini, 1902 ; G. Pierleoni, Xenophontis Opuscula, Rome, 1906 ; S. Salomone, Senofonte. Trattato d’Ippica, Milan, 1980. Espagne : O. Guntiñas Tuñón, Jenofonte. Obras menores, Madrid, 1984. Vale la pena mencionar la traducción que fue todo un acontecimiento histórico en el mundo anglosajón, del erudito americano M. H. Morgan, Xenophon, The Art of Horsemanship, Boston, 1893.

[75] Id., p. 284. Por su parte, el Conde de Aure, Jefe de escuderos en Versalles bajo Carlos X, escribe que los tratados de Cimón y de Jenofonte «contienen todos los principios fundamentales del arte ecuestre, y aún hoy se pueden consultar sacándoles provecho» (A. H. P. L. D’Aure, Cours d’équitation, París, 1859 (5ª edición), p. 254).

[76] A. MONTEILHET, « Xénophon et l’art équestre », Bulletin de l’Association Guillaume Budé, 4, 2, 1957, p. 27-40. Véase también J. A. Saacke, « An Admirer Look at the Horsemen of Ancient Greece », The Classical Journal, 37, 6, 1942, p. 323-333.

[77] ¿Pero qué piensa éste último del maestro ateniense? Su opinión se resume en un solo comentario, muy breve, en su Méthode d’équitation (integrado en las Œuvres complètes, París, 1854) : «Jenofonte es uno de los primeros caballistas famosos que montaron a pelo su caballo. Si el padre de la equitación hubiera tenido sillas de montar al estilo Theurkauff, seguramente le habría dado más brillo a su indumentaria y mayor delicadeza a sus movimientos» (p. 255).

[78] M. HENRIQUET, La sagesse de l’écuyer, París, 2006, p. 10.

[79] A. Podhajsky, Die Spanische Hofreitschule, Viena, 1948, p. 16.

[80] Denis BOGROS, Des hommes, des chevaux, des équitations. Petite histoire des équitations pour aider à comprendre l’Équitation, París, Caracole, 1989, capítulo III.

[81] Id.

[82] Littauer (2002).

[83] Sobre ese punto, Blaineau (2011), p. 197-200.

[84] Anderson (1983), p. 16. Esas posturas le permiten al caballo realizar diferentes figuras ecuestres (levade, passage…).

[85] En el movimiento general de una reflexión sobre el bienestar animal, éste se desarrolló hace poco: Es el caso de http://xenophon-klassisch.org/, que tiene como objetivo promover una equitación clásica fundamentada en la «filosofía» de Jenofonte, basada en el manejo suave.

[86] Ver el artículo de M. Boot y P. D. McGreevy, que advierte sobre un lectura totalmente parcial «The X files : Xenophon re-examined through the lens of equitation science », Journal of Veterinary Behavior, 8, 2013, p. 367-375.

[87] Venus and Adonis, c. 295-298. véase J. K. Anderson, Xenophon, Londres, 1974, p. 185. Sabemos Shakespeare había leído a Jenofonte, y particularmente al Economique. Véase P. F. Heaney, “Petruchio’s Horse: Equine and Household Mismanagement in The Taming of the Shrew.” Early Modern Literary Studies 4.1, Mayo, 1998, 1-12.

[88] Pero las descripciones similares que muchos autores hacen (principalmente mencionados por Alberti, véase n.?), del caballo ideal, llaman a la prudencia.

[89] La historia de las traducciones permite entender las influencias, los aportes, y también las rupturas, en la comprensión del texto jenofóntico: véase Blaineau (2014)


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Colloque sur Xénophon, Paris 4 décembre 2019
« Le Traité d’art équestre de Xénophon : Modernité ou altérité ? »