El caballo de la carrera atómica

Henri Becquerel y Marie Curie abrieron una caja de Pandora al descubrir la radioactividad del uranio y el radio. Como fruto de su trabajo, se empezaron a descubrir propiedades curativas de dichos elementos. Al principio dieron origen a grandes avances de la medicina tales como la radiología o la radioterapia, y otras versiones resultaron aún más sorprendentes. Hasta la década de los 30, la publicidad anunciaba los beneficios de los productos radioactivos para curar problemas de piel, cremas y productos de belleza con efectos rejuvenecedores, dentífricos, agua mineral tonificante, chocolate….

Por lo tanto no debe sorprender que el mundo veterinario se interesara también en el tema. Fue el caso de los veterinarios Edmond Curot o Gabriel Petit que propusieron a entrenadores de caballos de carreras la utilización de tratamientos a base de “lodos radiactivos ferruginosos”. Sin embargo no se incluía información sobre las consecuencias en los caballos. La Semana Veterinaria” del 28 de junio de 1913 loaba más bien la “simplicidad, elegancia y seguridad de estos emplastos y envolturas” de los tendones.

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