Atalajes y riendas inapropiados

El inglés Edward Fordham Flower (1805-1883), pensionado de la fabricación de cerveza y gran amante de los caballos, tomó su pluma para denunciar los usos nefastos de los aperos utilizados en los carruajes. La campaña tuvo un verdadero éxito pues su folleto fue publicado al menos siete veces en el curso de diez años. La defensa del bienestar animal tuvo eco en el libro Black Beauty de Anna Sewell publicado en 1877.

Flower denuncia la tortura que produce el efecto de la fuerza multiplicada por el juego de poleas de las riendas, cuestiona el buen uso de las anteojeras para que el caballo pueda ver los objetos sobre la vía o muestra la severidad de los frenos rectos.

Mennessier lamenta que el autor no haya ido más lejos en su demostración, notablemente estética y devastadora para los que siguieron, y añade: “quiero agregar que he conducido coches durante 43 años, que jamás le he puesto riendas a mis caballos, que entendí que su adiestramiento consiste en simplificar las cosas y que siempre y sin dificultad logré que la dupla de caballos llevara la cabeza a la misma altura. Con mi ejemplo convencí a más de un aficionado”.

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