Nicolas Blondeau, con la cabeza y las manos en el caballo
«La humanidad cree que puede vivir sin animales al urbanizar las sociedades y delegar en los sistemas digitales la inteligencia. Si esto ocurriera, las sociedades humanas serían inhumanas”. Esto es lo que recordaremos de la larga entrevista que accedió a brindarnos el caballista profesional Nicolas Blondeau, fundador y líder de un método de adiestramiento de caballos y de una empresa que lo aplica en Saumur.
Una trayectoria original que a priori parece hecha a tientas pero que para el joven sexagenario que todos los días tiene la cabeza y las manos en el caballo, resulta más sólida de lo que parece porque….¡se trata de sensibilidad!
¿La búsqueda de Blondeau? ¿De un ideal confrontado con la realidad? ¿La que parte del conocimiento aprendido de ilustres autores y predecesores, alimentado con el fruto de la experiencia, la que él entiende como «cultura»?
Una certeza más allá de estas preguntas, de estas confesiones : el deseo feroz de transmitir por y para el caballo.
Por lo tanto, la reunión de Nicolas Blondeau con la Biblioteca Mundial del Caballo en la primavera del 2020 no es una coincidencia…
X.L. : Háblenos de sus primeros días a caballo; de esa pasión.
N.B. : En 1967, mi padre terminaba su trabajo de cirujano en el hospital de Ruffec (Charente), y fue gracias a él que descubrí los caballos.
Apasionado por la navegación a vela y los barcos, nos dijo en ese momento “Hijos, el mar se ha ido, ya no hay marea. Quiero tener un viejo caballo gris!”.
Y la semana siguiente teníamos en la casa siete caballos, no eran viejos ni grises.
Yo tenía once años, mi padre sesenta y dos. El decía que de niño había montado a caballo algunas veces donde los Jesuitas.
Con François, mi hermano dos años mayor que yo, quien entró un año después a la Escuela del Haras du Pin, dimos nuestros primeros pasos, casi siempre solos, con los potros criados en la casa y especialmente con los ponis de Connemara, importados de Irlanda por René-Louis Chagnaud, vecino y amigo de mi padre y creador del libro genealógico francés.
Recuerdo en particular a cierto Island Earl que se convertiría en el jefe de la raza que conocemos hoy.
En Charente fue donde conocimos a Xavier des Roches de Chassay y a Jean Pelissier. En retrospectiva, reconozco que estos primeros encuentros con caballistas fueron invaluables! A partir de ese momento y gracias a ellos, no volví a pensar sino en los caballos.
X. L. : ¿Cuál es su trayectoria estudiantil y profesional?
N.B. : Mi padre tenía un concepto original sobre la educación de los niños.
Le gustaba criticar el sistema francés que «encierra a los alumnos en las aulas en lugar de motivarlos al aire libre». Yo coincidía fácilmente con esta opinión y montaba mucho a caballo.
Aparte de los caballos, me gustaba dibujar. A los diez y seis años entré a estudiar arquitectura de interiores en la escuela privada de Poitiers, la academia Bugeant. El programa era de tres años de estudios, el primer año lo hice con mucho interés, el segundo con un poco menos de asistencia porque los caballos me quitaban cada vez más tiempo.
Al iniciar el tercer año, viajé a la Rochelle, le informé a mi padre que suspendía mis “estudios” para dedicarme de lleno a la equitación. No recibo ningún reproche de su parte, solo ánimo : “La suerte que tenemos en la vida son los encuentros que hacemos, lo importante es amarlos”.
Yo creo que admiré aún más a mi padre ese día.
Los únicos “estudios” de los que me puedo valer, fueron ese paso por la Academia Bugeant que me permitió conocer a Christian Philippe un decorador de París muy a la moda en los setentas. El bajaba a Poitiers cada quince días para darnos clase. Recuerdo que se lamentaba abiertamente del nivel general de los estudiantes y del ánimo decaído que mostrábamos, pero con él “yo era popular”, él sabía que yo montaba a caballo porque no paraba de hablar de ello. “Al menos tú tienes una pasión por algo”, me decía.
Ese trato favorable valió para que en 1974 me invitaran a la inauguración de la discoteca de moda en París, L´Aventure, que inauguraba la cantante Dany en la avenida Victor Hugo.
Ahí tienes mi recorrido estudiantil….
Al finalizar el servicio militar en 1976, perdí a mi madre siendo su hijo menor, y entré al servicio del Coronel des Roches de Chassay como pasante en cría de caballos.
Según Fombelle que siempre “puntuaba” sus cumplidos, ese antiguo jinete del equipo internacional de salto, especialista en las “pequeñas” pruebas de velocidad, tenía los medios para llevar a cabo sus políticas. Había creado en su propiedad de Greigueuil un centro de entrenamiento para caballos de salto, que seguían siendo su pasión.
Caballos, pesebreras, pista, picadero cubierto, todo estaba perfectamente cuidado y mantenido. El lema de esa casa podía haber sido “Amor por los caballos, rigor y respeto”.
En 1977 entré a la competencia como gentleman rider bajo la casaca azul celeste de rayas granates, mangas azul celeste y el casco granate.
Ese mismo año compré un bello purasangre reformado que montaba fuera de las horas de servicio y que más tarde dedicaba a los “rectángulos” de Doma. En esa época retomé el contacto con el General Champvallier.
A comienzos de 1978 me fui de la Charente para instalar en Vendée un establo de competencias, en el cual, desafortunadamente, había más caballos que dueños de caballos que pagaran la pensión…pero fue sin embargo una época llena de recuerdos maravillosos, como fueron las salidas a competencias, la doma, los concursos completos, las cacerías de zorro en el Parque Soubise con los “Bodard”, siete horas diarias montando a caballo, ser en poco tiempo Campeón del Mundo en las tres disciplinas, con el mismo caballo! Algo nunca visto! …esta vida de ensueño terminaría con una práctica de una semana en Saumur con cuatro caballos y un escudero para cada uno: Patrick Le Rolland, Dominique Flament, Alain François y Alain Franqueville… (¡ni más ni menos! )
Aprendí mucho esa semana.
“La Vendée es la dolce vita”. Pero, a pesar de todos los esfuerzos, la herencia de mi madre llegó a sus límites. En la primavera de 1980 “subí a París” después de pagar con dificultad todas las cuentas atrasadas. Solo me detuve para desayunar con mi amigo Bonneau en Maintenons, acariciar a Tancarville (el caballo con el que Michel Parot había establecido en 1974 el record de Francia de salto en altura a 2,41 metros, NDLR).
El primero de abril de 1980, sin diploma pero gracias a un análisis grafológico favorable, entré a trabajar al Bufete Hemmerlé, Expertos en el sector de las compañías de seguros.
Hemmerlé era una de las aseguradoras más importantes en París. Dirigida por Gérard Hemmerlé un “centralien” (ingeniero de la Escuela Central de París) carismático, Lorenés, autor de obras sobre las “pérdidas en el negocio” que eran referencia en la materia.
Una anécdota: poco después de iniciarme en la profesión me encontraba con otros colaboradores en la oficina del “patrón” a los que les preguntaba sobre sus “bagajes” : “¿Y cual es su formación Blondeau?”
Tímidamente y un poco avergonzado respondí : “Señor yo me he ocupado mucho de los caballos”.
La respuesta de Gérard Hemmerlé frente al asombro general fue: “No es la mejor formación pero eso no puede hacer daño!”
Curiosamente, con el tiempo entablé una amistad sincera con este hombre con el que no tenía nada en común. Sin lugar a dudas es uno de los encuentros más importantes de mi vida.
“Hice carrera” durante veinticinco años y gracias a esta actividad de experto en las compañías de seguros pude organizar y dividir mi tiempo entre París y el campo, respondiendo en esta forma a mi pasión.
En los ochentas, instalé mis caballos en Poitou después de una temporada de concursos en la región parisina. En esa época iba regularmente a Limoges para trabajar con el Comandante Bernard de Fombelle. Nos encontrábamos también en los concursos y guardo de ese contacto recuerdos perdurables.
Fombelle sigue siendo el hombre y el jinete que más ha marcado mi vida.
A finales de 1990, volví a Saumur y me acerqué al General Pierre Durand.
Fombelle decía del “Coronel” Durand: “¡Es “un poco” mi alumno!”
Retirado de los negocios, el General había dejado la ENE y los jueves venía a darle cursos a ricos propietarios en el Club de Polo de París. Nos encontrábamos con frecuencia y regresábamos juntos a Saumur.
El trayecto se volvía tan corto, como las animadas discusiones.
Durand fue quien me permitió “entender” a Fombelle, hacer el vínculo.
Ellos son probablemente quienes más me enseñaron, muchos otros también me ayudaron.
A pesar de no tener su nivel, tanto el uno como el otro supieron aceptarme e interesarse por mi trabajo. Yo tuve un verdadero afecto por estos dos hombres aunque muchas cosas nos separaban.
X. L. : Y ese regreso al caballo….¿porqué?¿cómo?¿para qué?
N. B. : Tuve el “clic” a mediados de los noventas.
Siempre me molestó, en materia de adiestramiento, esa ruptura del estado de ánimo entre la doma del caballo y el resto de su entrenamiento.
La incoherencia entre la forma de acercarse a los potros, de imponerse sobre su lomo aplicando los principios decretados por nuestra equitación de tradición francesa. Yo escogí consagrar una gran parte de mi vida al adiestramiento de caballos por respeto hacia los ancianos y sobre todo por lógica ecuestre.
Desde muy temprano me di cuenta de que el principal y único obstáculo para que el caballo pudiera superar su relación con el hombre, era el miedo del hombre.
En 1995 el “método” pudo ser codificado después de algunos años de titubeos, y en 2003 fue editado por Belin.
Entonces decidí suspender mi actividad parisina para consagrarme a la enseñanza de este método y al trabajo de los caballos.
El 20 de mayo de 2005 la Escuela Blondeau abría sus puertas …. A las puertas de la ENE.
X. L. : ¿En que punto de su proyecto se encuentra actualmente?
N.B. : Gracias al mundo de las carreras principalmente, después de diez años de actividad, los potros que han sido educados en la escuela han pasado sus pruebas muy rápidamente implantando poco a poco el método Blondeau que aún sigue imponiéndose.
El General Pierre Durand le dijo un día a mi esposa Florence “Si usted no cuenta con las “políticas”, no llegará a nada en Francia”.
El Presidente de la Región, Hervé Morin, nos proponía en 2015 instalar la Escuela Blondeau en Normandía.
Nos propusieron el Haras du Pin y luego el CIRALE, en Goustranville.
El Instituto Blondeau abrirá en 2023 en Dozulé (14).
En 2016 nació el primer programa de CHEVALEDUC dirigido por Jocelyne Porcher gracias al apoyo de la región de Normandía y asociación con el INRA. Está orientado a conocer el impacto del adiestramiento de los caballos en su carrera futura. El Instituto Blondeau integra tres actividades : la educación de los caballos, la formación de los alumnos y el centro de investigación en asociación con el INRA y la Región de Normandía.
X. L. : ¿Puede explicar por qué la Escuela Blondeau, que ahora se ha convertido en el «Instituto Blondeau», es original y única?
N. B. : Lo original es el cruce de las experiencias y los conocimientos entre los profesionales encargados de los caballos, los aprendices y los investigadores. Esta forma de hacer pedagogía a partir de las interacciones, le quita el carácter sagrado a la palabra científica y pone el conocimiento empírico al mismo nivel, y también permite que cada uno nutra sus prácticas con las de los demás. Los profesionales se acostumbran a tomarse el tiempo de pensar en sus prácticas y los investigadores de integrar en su protocolo de investigación la situación real de trabajo y de tal manera, salir de sus laboratorios. Para mi los que más ganan son tanto los alumnos como los caballos.
L. : Sus primeras lecturas sobre el caballo: ¿libros, revistas, autores? ¿De qué manera lo influenciaron para tomar su decisión de crear la “Escuela Blondeau”? ¿Podemos evocar la cultura con respecto a ella?¿Esas lecturas siguen siendo útiles, vivas en la enseñanza de la equitación en general? Si es así, ¿Cómo las reparte entre su trabajo cotidiano y la enseñanza?
B. : El método Blondeau enseñado en la escuela se basa en los principios de la tradición francesa de la equitación.
Esos principios se aplican desde que comienza la educación del caballo joven.
De esta manera la cultura ecuestre se vuelve viva tanto en la educación de los caballos como en la instrucción de los humanos.
El General L´Hotte escribió: “El arte no está en los libros que solo instruyen a los que ya saben”. Entonces no podemos comprender sino lo que hemos vivido. Lo que lleva a guiar a los alumnos diciéndoles “reinventen” la equitación.
En mi opinión, la equitación al aire libre puede contribuir, a través de la práctica del entrenamiento de caballos de carreras, del venery o del concurso completo, de la sentada por acrobacia, de las disciplinas de polo o de horse-ball, a la aplicación de los principios del Comte d’Aure, que impone el uso de los caballos «en sus dimensiones», favoreciendo al mismo tiempo el equilibrio a caballo, cualidad esencial de cualquier jinete.
X. L. : ¿Sus maestros en la materia?
N. B. : La contribución de Baucher al deporte ecuestre, especialmente en el salto de obstáculos, así como en la doma pura, es considerable.
La actual competición de salto de obstáculos ya fue definida maravillosamente por el Coronel Margot como «¡un instituto a 40 por hora!”
El General L’Hotte, por la explicación y la promulgación de estos principios, y más tarde André Jousseaume, por su aplicación en la equitación deportiva, aportaron cada uno su contribución.
El doctor Pradier, con sus investigaciones sobre la mecánica ecuestre, así como el doctor Giniaux, del que se hizo eco Jean-Claude Racinet, también contribuyeron a «hacer el enlace», enriqueciendo nuestra cultura.
En conclusión, el general Durand habló de un «Baucherismo mesurado injertado en un tronco clásico».
X. L. : ¿Le gustan los libros antiguos?
B. : Por supuesto que amo los libros antiguos y tengo la suerte de que me han ofrecido unos buenos libros de los cuales algunos no han sido reeditados. A veces las obras antiguas tienen la ventaja de ser notadas por su primer lector. Por ejemplo, la obra Journal de dressage en la que el autor Fillis provoca a Saint-Phalle, el dueño del libro escribió en lápiz «Monsieur de Saint Phalle a gagné son pari !» (“Señor de Saint Phalle ganó su apuesta”). En el siglo XIX la cultura estaba viva!
X. L. : ¿Bibliófilo o bibliómano?
N. B. : En ese sentido yo sería talvez más bibliómano que bibliófilo…
X. L. : Un pequeño tour de su biblioteca….cantidad, calidad…
N. B. : Debo tener más o menos quinientos libros. Sin duda mi autor preferido es el General L’Hotte, sus dos obras siempre están en mi escritorio o en mi mesa de noche, siempre las vuelvo a leer…..
Équitation Académique del Général Decarpentry sigue siendo una referencia entre esos libros. Fue uno de los primeros que traté de asimilar (tuve que leerlo varias veces)
Me encantó Comprendre l’équitation de Jean Saint-Fort-Paillard.
En mi opinión, el trabajo de la historiadora Marion Scali está a la altura de la persona que elle era. Su Baucher , entre otros, nos hizo descubrir un hombre desconocido, Marion era una verdadera periodista que también me ayudó muchísimo….
Hace poco leí Équitation impertinente de mi amigo Vedrenne. El contenido me pareció fiel a su título, con observaciones perspicaces y críticas comprensivas.
X. L. : Usted mismo escribió y publicó en las ediciones Belin:
-Le débourrage par la méthode Blondeau (2004)
-Le débourrage, Belin (2006). ¿Retrospectivamente que opina hoy de esos dos libros?
N. B. : Los dos libros sobre el método Blondeau editados por Belin describen los procedimientos y la progresión del método, se trata más de “manuales de uso”.
X. L. : ¿Entonces el tercero será diferente?
N. B. : Espero que el próximo libro sea más completo, que trate sobre el estado de ánimo con el que conviene tratar a los caballos, de ese estado del jinete. También debería integrar los primeros resultados del programa de investigación empezado con el INRA.
X. L. : ¿Estado de ánimo….Cultura?
N. B. : Es importante que todo eso se viva y se transmita. Hay que hacer vivir la cultura, comprenderla para hacerla evolucionar.
Es lo que Jaurès aconsejaba “No enseñamos lo que sabemos o lo que creemos saber, solo enseñamos y podemos enseñar lo que somos”.
El método evoluciona al igual que la cultura, gracias al trabajo y a la investigación, lo que será tema de una obra titulada Les humanités du cheval .
X. L. : ¿Qué decir de la situación actual de la edición especializada? ¿De su calidad? ¿De lo que podemos esperar? ¿De su futuro?
N. B. : Sin comentarios.
X. L. : ¿Qué piensa usted sobre nuestra época de la “transición digital”?
N. B. : La digitalización de las obras de literatura ecuestre es una herramienta de búsqueda muy importante al nivel de La Biblioteca Mundial del Caballo, para las futuras investigaciones sobre historia de la equitación. Por ejemplo, la digitalización permite trabajar sobre el vocabulario utilizado y abre nuevas investigaciones sobre la semántica de la equitación.
Por otra parte, la llegada de diferentes aplicaciones que pretenden sustituir el ojo del jinete es un riesgo si estas aplicaciones se utilizan como una objetivación de algo que no es la experiencia del cuerpo, la inteligencia de la experiencia. Corremos el riesgo de tener jinetes pegados a sus smartphones que olvidan la importancia de esta observación paciente y afectiva de los caballos, que es la única manera de conocerlos y comprenderlos.
X. L. : Ya que usted lo menciona, más exactamente ¿cual es el rol de la Biblioteca Mundial del Caballo?¿Usted qué espera como profesional?
N. B. : La Biblioteca Mundial del Caballo tiene un rol fundamental: el de conservar nuestras raíces, la especificidad de nuestra equitación. La equitación francesa no puede crecer, desarrollarse, florecer, si no preserva sus orígenes.
Lo jinetes jóvenes no conocen la riqueza de nuestra cultura ecuestre. Es importante que puedan tener acceso a ella con las herramientas de su época.
X. L. : Para terminar, ¿usted cree -¡y por favor perdone mi optimismo!- que la práctica, la existencia del caballo, tendrá sentido para las futuras generaciones, en nuestras sociedades cada vez más urbanas, digitales y virtuales más allá de las bibliotecas?
¿En ese contexto, que roles pueden tener eventualmente las bibliotecas?
N. B. : No existen sociedades humanas en el mundo sin los animales. Los caballos, al igual que los demás animales, nos recuerdan en cada interacción que Homo sapiens es una parte integral del mundo de los vivos y que nuestra especie no tiene ningún futuro, ninguna posible existencia, fuera del mundo de los vivos. La humanidad cree que puede vivir sin animales al urbanizar las sociedades y delegar en los sistemas digitales la inteligencia. Si esto ocurriera, las sociedades humanas serían inhumanas.
Lo que los caballos le enseñan a los humanos es el lenguaje del cuerpo y saber evolucionar en el mundo de los sentidos, de las emociones, y es por eso que necesitamos a los caballos.
Entrevista realizada por Xavier Libbrecht