“Algún día estaremos ahí campeón” o el destino de un entrenador de salto.

Una vez no hace costumbre, queremos hablarles de un libro reciente, puesto que en marzo salió de las prensas de Normandy Roto Impression. Aquel que Jean-Maurice Bonneau acaba de publicar en la colección de Artes Ecuestres de ediciones Actes Sud: On y sera un jour mon grand! (Ahí estaremos un día campeón)
Un libro de recuerdos, aquellos de uno de los más capoteados entrenadores franceses de salto.
Un libro que recuerda el tono y el entusiasmo de otro jinete que también se convirtió en entrenador tardíamente: Jean d'Orgeix (Cheval quand tu nous tiens). Desde hace tiempo queríamos ver la obra de Orgeix - y lo haremos - pero, digámoslo sin rodeos, ¡nos pilló desprevenidos! 
De nuevo, ¿Por qué esta elección excepcional e inesperada, fuera de los usos habituales en la portada del sitio de La Biblioteca Mundial del Caballo? ¡Porque eso cambia! Porque es de actualidad.
Porque en este año 2022, año de los Campeonatos del Mundo, los cuales se celebran cada cuatro años bajo la égida de la FEI (Salto de Obstáculos, Doma Clásica, Salto y Paradoma en Herning, Dinamarca y Concurso Completo, Conducción y Resistencia en Pratoni del Vivaro en Italia), el libro avanza, responde, en una especie de eco, a lo que el lector podrá entender como “la llamada de Dublín”. Año 1982, el equipo de Francia gana la medalla de oro en salto. Jean Maurice Bonneau tiene 23 años.   
En 2002, veinte años más tarde, Jean Maurice Bonneau llevó al equipo de salto de Francia “al techo del mundo” en Jerez de la Frontera: medalla de oro de nuevo. Y cuarenta años después de una gran trayectoria al servicio de este deporte tan exigente como apasionante, donde el hombre y el caballo deben ser uno frente a los obstáculos del recorrido que han elegido afrontar, como toda una vida... El recuerda.

La promesa está a la altura de la foto de portada. El autor aparece, en traje y corbata, sonriendo discretamente frente a la cámara de Pascal Renauldon, junto al actor Jean Rochefort, en gabardina beige, con el cabello un poco alborotado y el bigote recogido sobre una sonrisa igual de cómplice.

La foto de portada fue tomada en junio de 2011, en Chantilly, durante el salto de obstáculos. Como sabemos, Jean Rochefort amaba a los caballos. ¡Jean Maurice Bonneau, también!

El azar hizo que los dos hombres se conocieron a finales de los años setenta y principios de los ochenta: “En el parking de las competiciones, un DS negro enganchado a una furgoneta estaciona al lado de mi camión, y poco a poco simpatizo con los ocupantes Julien y Marie, acompañados de su padre, el cual parece verdaderamente apasionado. Él ayuda a sus hijos preparando dos hermosos purasangre, Sidios y Blandice, que compiten en las mismas pruebas que yo”.

Procedente de su Vendée natal, con un CAP (Certificado de aptitud profesional) como pintor de casas, pero motivado por una pasión por la equitación, las primeras decisiones de vida del joven (“elegir es entregarse”) hicieron que a los veintiún años, realizando trabajos precarios, comenzara a competir en la región parisina. “Como nunca había tenido un televisor en casa de mis padres y no iba al cine, no conocía a esta figura pública, pero me pareció muy simpático desde el principio”. Y viceversa. Tanto es así que, en agosto de 1982, mientras el equipo de Francia iba a participar en el Campeonato Mundial de Salto de Obstáculos en Dublín, “Jean me propone acompañarlo ofreciéndome la estadía. Nunca me he subido a un avión en mi vida y todavía recuerdo esa primera experiencia en Aer Lingus y su avión enarbolando un enorme trébol verde. ¡Todo me impresiona! El aeropuerto, el viaje, el estadio de Ballsbridge, el hotel, la ciudad... Las pocas palabras de inglés que aprendí en el colegio no me fueron de gran ayuda.”

El equipo de Francia de entonces (Gilles Bertran de Balanda, Patrick Caron, Frédéric Cottier y Michel Robert) ganó la medalla de oro “En ese preciso momento siento la mano de Jean apretar mi hombro y escucho que me dice entre el bullicio del ambiente: algún día estaremos ahí campeón”.

Más tarde, cientos de aviones, aeropuertos, hoteles, concursos hípicos, de hecho, Jean Maurice Bonneau despliega un hermoso galope entrecortado con alegres saltos, ¡pero también con algunas caídas!

Lo que hace que el libro sea único es que recorre -jalona- treinta años de historia de este deporte -el salto de obstáculos- y su expansión. A lo largo de sus compromisos, empezando por el de entrenar al equipo de Francia y cumplir veinte años después de Dublin la predicción de su mentor -en 2002 en Jerez, (medalla de oro para Reynald Angot, Gilles Bertran de Balanda, Éric Levallois y Éric Navet)-, Jean Maurice Bonneau a sus sesenta años (15 de abril de 1959) cuenta y analiza las actuaciones de los equipos que dirigió por todo el mundo, y también de sus rivales. Se entrega a un trabajo casi de historiador del deporte a través de la recopilación de los datos que ha reunido y guardado: listas de salida, hojas de resultados y, sobre todo, trazados de recorridos. Un tesoro para los jinetes en busca de informaciones técnicas.

Entrenador exitoso, también habla de su método, el cual se puede resumir en un acrónimo: PTM (por sus siglas en inglés) de Physical, Technical, Mental (Físico, Técnico, Mental).

Para un lector menos preocupado por el aspecto de “performance”, relata con todo detalle, el aspecto humano de lo que debería considerarse como una aventura, temporada tras temporada. Descubrimos lo que sucede detrás del telón: detrás de las escenas de la hazaña: “sonrisas, rostros cerrados, lágrimas de alegría, de tristeza, brazos levantados, espaldas dobladas, sueños realizados, dolores profundos, esperanzas frustradas, ansiedades, abrazos, caídas, adrenalina en altas dosis, apneas, dudas, expectativas, decepciones, noches de insomnio, peleas... Y medallas que hacen que todo se olvide”. 

La pasión, las alegrías y también algunos contratiempos, no abandonan al autor a lo largo de las casi 400 páginas perpetradas durante los meses de confinamiento vinculados a la pandemia del Covid-19. Continuamente la está ofreciendo para ser compartida, lo cual no sorprende viniendo de un hombre cuyo trabajo es motivar, transmitir, inspirar...

Tampoco es de extrañar que Jean Maurice Bonneau haya mostrado modestia y prudencia a lo largo de los veinticinco capítulos. Nos habría gustado saber más sobre la vida y el carácter de todas estas mujeres y hombres frecuentados a lo largo de la historia; esos campeones, propietarios, criadores, funcionarios que ha conocido a lo largo de su camino. ¿Cuáles eran sus entornos? ¿Sus personalidades?

¿Cuál era su visión sobre los caballos, más allá de lo que todos sabíamos sobre los más famosos de ellos? ¿Los orígenes? ¿La selección, la evolución de las técnicas de reproducción? El comercio, el de los grandes operadores...

¿Y qué pasa entre bastidores? El dopaje, el bloqueo...

Finalmente, y última pregunta: si “Momo” -como lo apodan cariñosamente los jinetes- nos contó sobre su carrera como entrenador, al final ¿nos habrá contado algo de sí mismo -aunque solo fuera un poco-?

Titulares autor retrato salto de obstáculos