El espíritu de Lafont-Pouloti

Esprit-Paul de Lafont-Pouloti (1751-1793) dejó un tratado sobre los haras, más apreciado por la gruesa bibliografía de su última parte, que por los principios de cría que defendía. Su Nouveau régime pour les Haras (Nuevo régimen para los haras) apareció donde la viuda Valat-la-Chapelle en 1887.

Sin embargo, queda constancia de las preocupaciones que se podrían haber expresado sobre la materia, justo antes del tumulto de la Revolución Francesa, lo cual supuso la supresión de los haras reales durante un tiempo. Mennessier de La Lance relativiza su contenido: “Si algún criador siguiera sus consejos, su ruina sería rápida y segura. Sus principios de mejora y cruce no tienen ninguna base práctica. En su opinión, el semental español es el que más se acerca a la perfección”. Aun así, modera su crítica: “Si rechaza a los sementales ingleses, no es por principio, sino porque piensa que 'esos insulares', por puro interés, mantendrán sus caballos 'de raza y sangre verdaderamente puras & nos darán únicamente caballos degenerados los cuales no tendrán ningún valor para la reproducción'”.

Por otro lado, Mennessier da más crédito a su “buena e interesante Bibliografía” comentada sobre la cría y los haras, la cual ocupa una buena mitad de la obra. Lafont-Poulouti reivindica este apartado, el cual justifica como ausente “a la bibliografía veterinaria; & creo que me agradecerán que ofrezca un cuadro de las diferentes opiniones de quienes han seguido esta carrera, desde un punto de vista aproximado, y que no se me hará la injusticia de sospechar que la idea de disminuir su reputación puede haberme guiado en el análisis de sus obras. Ofrezco mis reflexiones sólo para disipar los errores que creí percibir en ellas.”

Sus notas “de todas las obras escritas o traducidas al francés” son cronológicas. Pero como todo buen biógrafo, sabe que su lista es necesariamente fragmentaria y proporciona a su lector otras fuentes en dónde buscar: “También hay un gran número de obras francesas, en las cuales se encuentran notas, informaciones o memorias sobre la propagación & multiplicación de los caballos, como el mercurio de Francia; la Revista Enciclopédica, la Revista Económica, la de Agricultura, las Colecciones de las Sociedades Agrícolas, la Enciclopedia Rural, el Diccionario de los Pueblos del Mundo, el Diccionario de Medicina, de Cirugía y del Arte Veterinario, & una multitud de otros diccionarios, [...]”, antes de advertirle hábilmente, confirmando sus propias elecciones: “pero el tiempo que se emplearía en esta lectura sería inmenso, & deseo ahorrárselo a mis lectores, quienes a menudo verían solo proyectos quiméricos o impracticables, de detalles extraños a Francia, & más a menudo aún, una repetición de lo que contienen las principales notas que he dado; además, sería ampliar inútilmente esta parte de mi obra, & tal vez ya me he extendido demasiado en algunas de ellas.

Darse con el incensario en la nariz

Por lo tanto, Lafont-Poulouti elaboró “notas cronológicas de todas las obras escritas o traducidas al francés”, desde Aristóteles hasta su contemporáneo Bourgelat y su Traité de la Physique des Haras  (Tratado de la física de los haras) (antes de 1769), todavía en el manuscrito de esa época (la primera publicación fue en 1797, mucho después de la muerte de Bourgelat). Además, Lafont-Pouloti precisa que de él sacó algunas ideas interesantes para su propio tratado: “Confesaré, con placer & conocimiento, que yo mismo he pensado a veces que no podría recurrir a una mejor fuente; lo que debo al señor Bourgelat no puede más que aumentar el interés de mi trabajo”.

Si da cuenta de sus fuentes, no las “copió”, como reprocha picantemente a Joseph Robinet cuando detalla el contenido de su Dictionnaire d'Hippiatrique pratique (1777) (Diccionario práctico de medicina del caballo): “El título de esta obra anuncia que sigue siendo una compilación, & no el resultado y fruto de las observaciones del autor, como él quiere hacernos creer en el prólogo, después de haberse explicado tan formalmente, dice que, al publicarlo mi objetivo era poner el arte veterinario al alcance de los mariscales de campo y de los labradores; pero cualquiera que tenga la Guía del mariscal o el Diccionario de M. la Fosse, del cual acabo de hablar, puede prescindir de leer el del señor Robinet, el cual no tiene nada nuevo, ni siquiera el título. Los artículos “semental”, “yegua”, “potro” no forman, como todos los demás, más que un extracto, una repetición servil del anterior, de modo que M. la Fosse, cuya aprobación se coloca a la cabeza de los que decoran la obra, es el que más la elogia y la considera como una de las mejores que han aparecido en su género; los dos médicos del caballo se dan con el incensario en la nariz alternativamente, uno en el prólogo y el otro en la aprobación. El acercamiento de estas dos piezas es picante & está calculado para permitir a los lectores sensatos apreciar, justamente, el valor de las alabanzas recíprocas del maestro & del discípulo.

Ideas revolucionarias

Según Mennessier, poco se sabe de Lafont-Pouloti. Las fuentes indican que era oficial de caballería y que murió en Estrasburgo hacia 1793. También que era un buen amigo de Huzard padre, cuya biblioteca frecuentaba asiduamente y a quien agradece calurosamente en una nota al pie de página (“[...] El señor Huzard, a quien ya he tenido ocasión de citar varias veces en esta obra; & es en la biblioteca, la que tiene más partes de la ciencia veterinaria de las que conozco, en la cual he encontrado el mayor número de las obras que he citado”. Un año después (1788), éste último le respondió de igual manera, dedicándole su traducción del Traité des Haras de Hartmann.

Es probable que buscara incorporarse a la administración de los haras. ¿Lo habrá conseguido? Mennessier señala que su Instruction sur les Haras, (Instructivo sobre los haras) de 1789, no es más que una especie de “carta de motivación”: “En este pequeño trabajo, Lafont-Pouloti se ocupa mucho de la regulación de los haras e incluso de la cría privada, así como de la contratación de inspectores y oficiales de los haras. Él se opone a la preferencia que hasta ahora ha prevalecido sobre esos nombramientos y pide que en el futuro el personal se seleccione sólo después de haber verificado las aptitudes y la formación profesional de los candidatos. No es difícil adivinar que el autor se sentiría muy a gusto en esa administración, y que prepara su ingreso”.

Hay que leer su asombrosa Mémoire sur les Courses de Chevaux et de Chars de France, envisagées sous un point de vue d'utilité publique, (Memoria sobre las carreras de caballos y de coches de Francia consideradas bajo el concepto de utilidad pública) fechada en 1791. Mennessier enfatiza: ““Él dice, cuando una nación recupera su libertad después de un largo despotismo...” ella debe instituir fiestas y espectáculos. De ahí su propuesta de organizar carreras de caballos y coches, e incluso - ¡quién lo creyera! – “Carreras de cabriolés de uno y dos caballos enganchados con barra”, realizadas al trote. ¿No podemos ver en esto el germen de nuestras carreras de trote enjaezado?” De hecho, las primeras salidas se darán unos cincuenta años más tarde en Cherburgo (1836).

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