Sobre la certeza de un tratado original escrito por un escudero desconocido

El próximo 2 de diciembre, el MRSH de Caen acogerá el segundo simposio de La Biblioteca Mundial del Caballo, proyecto que éste desarrolla desde hace casi cuatro años.

El  primero, acogido por Hermès en París, en diciembre de 2019, fue dedicado a la obra de Jenofonte presentada por Alexandre Blaineau. Fue antes de la pandemia del Covid 19 que conocemos.

En 2020, por un momento pensamos que en diciembre se podría organizar la segunda edición de este evento - el cual esperamos que sea anual – en Caen, dentro de los muros de la Universidad, en la sede del MRSH y de La Biblioteca Mundial del Caballo...

En octubre de 2020 anunciamos a regañadientes, obligados y forzados, el aplazamiento de la actividad.

Así que esta vez aquí estamos, con el tema que se consideró desde aquel entonces, del cual nos hablará en la mañana del 2 de diciembre Frédéric Magnin, acompañado por Giovanni Battista Tomassini y Patrice Franchet d'Espèrey, relativo al descubrimiento de Louis de Chardon, Sieur de Lugny, un escudero francés del Renacimiento hasta ahora desconocido, autor de un tratado manuscrito en 1597 sobre equitación y medicina del caballo, el cual fue “desenterrado” por Fréderic Magnin, investigador del CNRS, quien recientemente publicó una edición crítica de este raro texto, Une école d´équitation à la fin de la Renaissance (Una escuela de equitación de finales del Renacimiento).

Frédéric Magnin, chercheur au CNRS
Frédéric Magnin, chercheur au CNRS

Queda una pregunta por hacer: ¿quién es Frédéric Magnin?

Desde luego, no es la primera vez que el investigador hace esto... Y por sus respuestas a las preguntas de la entrevista que sigue, de entrada se anuncia, por lo menos, un poco desconcertante: “¿Mi modelo de estudio? Bichos con cuernos. Los caracoles, cuyas conchas calcáreas generalmente se conservan bien en los archivos sedimentarios. Estos animales son simbólicamente opuestos a los caballos. Son rastreros, pegados al suelo, indolentes... ¡pero ambivalentes por excelencia!”

X.L.: Usted es investigador del CNRS es-qualité, “geomorfólogo y ecologista, especialista en historia de los ambientes mediterráneos”. ¿Puede contarnos un poco más al respecto?
F.M.: Llevo unos tres millones de años trabajando en la historia de los paisajes mediterráneos, con especial interés en el periodo más reciente, desde el Último Máximo Glacial, hace 20.000 años. El objetivo es comprender cómo se reconstituyeron los ecosistemas templados durante el calentamiento post-glacial, y evaluar el papel de las actividades humanas desde el Neolítico en la evolución de los paisajes. ¿Mi modelo de estudio? Bichos con cuernos. Los caracoles, cuyas conchas calcáreas generalmente se conservan bien en los archivos sedimentarios. Estos animales son simbólicamente opuestos a los caballos. Son rastreros, pegados al suelo, indolentes... ¡pero ambivalentes por excelencia!

X.L.: ¿Y el caballo en todo esto? ¿Por qué esta búsqueda? ¿Ha montado, monta a caballo?
F.M.: Decía que el caracol era un animal ambivalente. La prueba: frente a los príncipes, los jefes o las damas, uno podía hacerse notar ejecutando caracols (literalmente caracoles) a caballo. Viéndolo bien, ¡entonces habría algunos vínculos! Pero, de hecho, mi descubrimiento del caballo es tardío y fortuito. En mi infancia y adolescencia, el caballo era la Camarga, Crin-Blanca y los “ranchos” ecuestres que florecían en la Provenza, y también algunas evocaciones del Cadre Noir. Mucho más tarde, descubrí los paseos a caballo y luego la doma, mientras cuidaba caballos en terrenos baldíos. Puesto que el libro -en particular el libro antiguo- ha acompañado siempre mis actividades, también ha acompañado mi aprendizaje ecuestre.

X.L.: No es su primer intento... ¿Hubo un bonito precedente en 2006 dedicado a Mottin de la Balme, titulado “Cavalier de deux mondes et de la liberté” (Jinete de dos mundos y de la libertad) el cual ganó el Premio Pegaso?
¿Qué podemos decir al respecto?

F.M.: Para Mottin de la Balme, todo empezó con su tratado Essais sur l´équitation (Ensayos sobre la equitación), publicado en 1773, con su estilo mordaz, y también con lo que André Monteilhet había escrito  sobre un hombre del que no sabíamos casi nada y del que rápidamente perdíamos la pista... Así que fui en busca de este “gendarme rojo”, desde el pueblo de Dauphiné donde nació en 1733, hasta el país de los Illinois donde murió en 1780, queriendo recuperar Fort Detroit de manos de los ingleses, por iniciativa propia. Quería analizar y describir en su totalidad la extraordinaria trayectoria de este brillante escudero cuya vida sería digna de una novela y una adaptación cinematográfica. El viaje del personaje y su obra fueron una oportunidad para explorar la historia social, cultural, militar y, por supuesto, ecuestre de la segunda mitad del siglo XVIII. En resumen, ¡una gran aventura para el aprendiz de biógrafo e historiador que fui! Augustin Mottin de la Balme aún no ha tenido su película... Pero, en 2006 con la complicidad de Stéphane Béchy, le rendimos homenaje en el Château de Lunéville con motivo de un espectáculo ecuestre y musical.

X.L.: ¿En qué se diferencia “une école d´équitation à la fin de la Renaissance”, edición crítica del “traité inédit du Sieur de Lugny”, de esta primera obra?
F.M.: Entre Mottin y Lugny, también hubo una incursión en el siglo XIX con la traducción del tratado de equitación de Henry de Bussigny, publicado por Actes Sud, con el título French Equitation. Un baucheriste en Amérique (Equitación francesa. Un baucherista en América). El autor era un escudero francés un tanto enigmático, el cual emigró a Estados Unidos después de la Guerra de 1870. Le debo la publicación de este libro en 2013, a la confianza de Jean-Louis Gouraud, quien me dejó con ¡la rienda al cuello! Este libro, además del interés del tratado en sí, fue también una oportunidad para investigar a Bussigny y a sus compatriotas, originales en varios sentidos, incluidos Joseph Merklen y Joseph Baretto de Souza, quienes fueron a enseñar a montar a caballo a los jóvenes dorados de Boston, Nueva York o Cincinnati.

Entonces, a sumergirse en el Renacimiento con el Sieur de Lugny… Antes de hablar de las diferencias, hablemos de los puntos en común de los tres libros. Cada vez aparece un descubrimiento fortuito de personajes singulares y desconocidos, y de obras, las cuales son oportunidades para estudiar la equitación desde diversos aspectos: historia de las técnicas ecuestres, historia social y cultural de la equitación... Este libro se diferencia de los anteriores porque está concebido principalmente como un trabajo de erudición. Pensé que primero deberíamos pasar por este enfoque científico para tratar de desempolvar un poco la historiografía de la equitación en estos períodos. ¡De hecho, hemos reciclado mucho en esta área! El material básico también era bastante diferente, ya que el texto estaba redactado a partir de varios manuscritos con diferentes variaciones. Pero al final, mi método es siempre más o menos idéntico, con un componente biográfico (reconstrucción de la vida del autor) y un componente crítico (análisis de la obra situado en su contexto).

X.L.: ¿Cuándo y por qué este proyecto empezó a germinar en su mente?
F.M.: El proyecto germinó en 2013, apenas descubrí el primer manuscrito en una librería de Oxford y cuando tuve la certeza de que se trataba efectivamente de un tratado original escrito por un escudero desconocido, Louis de Chardon, Sieur de Lugny. Entonces fue obvio que había que profundizar más, y publicar.

X.L.: ¿Nos puede contar sobre el proceso de investigación y el método, sin revelar todo lo que nos desvelará durante la conferencia del 2 de diciembre en el MRSH de la Universidad de Caen?
F.M.: ¡Me arrepiento de no haber tomado notas sobre el proceso de investigación sobre la marcha! Al principio hay un desafío increíble con los únicos indicios con que se cuenta, como el nombre de un autor (pero desconocido), una afiliación regional (caballero de Touraine), una misteriosa dedicatoria a los “caballeros de la nación alemana” firmada en Orleans en 1603 por el autor y, finalmente, en algún lugar al margen, la indicación de que el tratado fue escrito en 1597, que el autor tenía entonces cuarenta años, y que llevaba 25 años montando a caballo. Con eso, ¡arréglemelas!

Creo que empecé tratando de encontrar informaciones sobre el autor, buscando el más mínimo rastro, a riesgo de pistas falsas. Luego me encontré con otros manuscritos del tratado -los cuales descansaban en bibliotecas danesas y alemanas- y con actas notariales que afortunadamente habían sido robadas, y que me llevaron primero a la corte de Renée de France, en Ferrara, luego a Montargis, Saumur, Tours y Orleans. Por no hablar, por supuesto, del feudo del autor en Azay-Sur-Cher.

X.L.: ¿Alguna duda o decepción?
F.M.: Dudas efectivamente. Todo el tiempo. ¡Soy un escéptico!

A veces me pregunté si estaba por el buen camino (Mottin me había enseñado que hay muchas pistas falsas...). Otras veces también dudé de la importancia de llevar a cabo este enorme trabajo.

X.L.: ¿Sorpresas agradables?
F.M.: Por supuesto, hubo grandes momentos de felicidad, la alegría pura y dura de todo investigador cuando descubre algo nuevo, en cualquier momento. Incluso, por modesto que sea el descubrimiento. Lo principal es que éste tenga sentido; que aporte mayor comprensión. Las gratas sorpresas fueron el descubrimiento del primer manuscrito al comienzo de la investigación, luego los sucesivos descubrimientos de los otros manuscritos, de la verdadera identidad del autor...

X.L.: ¿Y sobre las competencias externas y los estímulos?
F.M.: Durante años, este trabajo ha sido completamente solitario. Los concursos externos eran sobre todo los de bibliotecarios y archivistas, en Francia y en el extranjero, a veces también los de los historiadores que respondían a mis preguntas muy meticulosas.

Los estímulos y apoyos externos llegaron más tarde, cuando me enfrenté, como siempre, a las dificultades de la edición.

X.L.: ¿En qué momento tuvo la certeza de que su investigación daría como resultado el libro publicado?
F.M.: ¡Desde el principio! Lo cual no ocurrió con Mottin de la Balme. Publiqué un primer artículo en 2014 en la revista Bibliothèque d'Humanisme et Renaissance en el cual anunciaba la futura edición crítica del Tratado de Lugny.

X.L.: ¿Y cuánto tiempo le llevó escribir la versión final del libro?
F.M.: La obra comenzó en 2013 y finalizó en 2018. Cinco años.

X.L.: ¿Y para editarlo?
F.M.: El libro se imprimió en 2019, así que fue bastante rápido. Pero después de gastar mucha energía y tiempo tratando de convencer, en vano, a los editores.

X.L.: ¿La vía de suscripción era la única posible? ¿Cuál fue el resultado en términos de circulación y ventas?
F.M.: Sí, ¡suscribirse era la única solución! En esta última etapa de la aventura fue cuando recibí mucha ayuda y aliento, especialmente de Patrice Franchet d'Espèrey, pero también de François-Xavier Bigo. La preparación material del libro, su diagramación, pudo realizarse gracias al apoyo del IFCE y la asociación de los Amigos del Cadre Noir. El libro se imprimió en 200 ejemplares. Solo queda uno, pero está en marcha una nueva tirada de 50 ejemplares.

X.L.: Sin traicionar la esencia de su contribución a la conferencia, ¿qué aporta al conocimiento de la práctica y al desarrollo de la equitación en los siglos XVI y XVII?
F.M.: El tratado del señor de Lugny (en el que hay algunos cambios de humor y recriminaciones), y por supuesto la biografía de su autor, nos permiten ver con mayor claridad las modalidades de la educación ecuestre en ese período. Siempre se ha exagerado el papel de las “academias de equitación” como modelo único. Lugny nos muestra todo un mundo de escuderos italianos y franceses, independientes, enfrascados en una feroz competencia. El papel que juega el tratado manuscrito en la difusión de la ciencia y la pedagogía ecuestre en Europa, resulta entonces muy interesante y poco conocido. Y por supuesto, luego está lo que Lugny nos dice sobre la manera en que hay que formar a los alumnos, los cuales serán a su turno “jinetes”, maestros. Por último, también hay aspectos técnicos interesantes. Por ejemplo, Lugny fue el primero en describir los “pilares” en la forma clásica en que los conocemos.

X.L.: ¿Cómo se estructurará su presentación?
F.M.: En el contexto de La Biblioteca Mundial del Caballo, me centraré en el asombroso itinerario de estos manuscritos, que probablemente fueron escritos en Saumur pero procedían principalmente de bibliotecas danesas y alemanas. Un itinerario complejo, desde las intenciones iniciales del autor, el cual intentaré descifrar, hasta los plagios, de los cuales uno fue objeto de una hermosa edición en Frankfurt, tardíamente, en 1670.

También versará mucho sobre la biografía del autor, de su oficio de escudero, y todo lo que esto nos dice sobre la práctica de la equitación en esa época.

Por último, tendremos otras dos intervenciones, la de Patrice Franchet d'Espèrey, quien nos dará su análisis de los aspectos técnicos del tratado, y la de Giovanni Battista Tomassini quien arrojará luz sobre las equitaciones francesa e italiana a través del tratado de Giovanni de Gamboa, contemporáneo de Lugny y discípulo de Pignatelli. Tomassini escribió un libro notable sobre la historia de la equitación en Italia, Le opere della cavalleria, el cual nos gustaría que fuera traducido al francés.

 

Entrevista realizada por Xavier Libbrecht

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