Bartabas
El último espectáculo de Bartabas, Irish Travellers, nos gustó mucho cuando fuimos a verlo el pasado mes de diciembre en familia, donde se juntan todos los gustos. Parece que no solo nos gustó a nosotros, ya que se extendió hasta esta primavera (2 de abril). Después del espectáculo, el artista conversaba con algunos amigos en su cálido camerino, y luego de intercambiar algunas palabras con él, nos dieron ganas de entrevistarlo. Una entrevista sólida, pensada para decirlo todo, entenderlo todo y estar a la altura de la reputación del maestro y de la ambición de La Biblioteca Mundial del Caballo, es decir, servir de referencia sea lo que sea que pase en el futuro. En definitiva, una entrevista que se está preparando, que hace referencia a la cantidad de documentación existente. Y si supiera cuánta tinta ha hecho correr Bartabas en cuarenta años sobre los escenarios... Periodistas y escritores lo han intentado. Nos atrevemos a mencionar a Homeric, Garcin, Nauleau, Gouraud...
Sabíamos que el interesado está atento a lo que se escribe. Mientras preparábamos nuestro cuestionario, habíamos releído en el comienzo de una hermosa entrevista, concedida a Marie Paillé durante el verano de 2020 y publicada por l'Éperon, esta afirmación “Creo que la única palabra hermosa está escrita porque supiste tomarte el tiempo para refinarla, equilibrarla, cincelarla palabra por palabra: está muy cerca del trabajo del caballo (...) En cierto modo, tener una frase bonita es como tener un caballo en equilibrio”.
Así que, armados con esta certeza, redactamos un cuestionario detallado, aunque quizá un poco largo y tedioso, y se lo enviamos, asegurándole a él y a su pluma que no había límites.
La respuesta fue amistosa y contundente: “Querido Xavier, leí tu cuestionario, ¡es una novela! Demasiado largo para que yo responda... ¡Esto requiere una inversión personal que no puedo proporcionar en este momento!” Respuesta honesta, y que probablemente hará que el remitente se cuestione a sí mismo.
¿Y si fuéramos a lo que es posible, lo cual sería básicamente solo lo esencial? ¿Y si partiéramos del hecho de que Bartabas ya había dicho mucho, pero, sobre todo, de que él también había escrito en dos libros publicados por Gallimard en la prestigiosa colección Blanche?
¡Nos gustó mucho D’un cheval, l’autre (De un caballo, el otro) publicado a comienzos del 2020, al mismo tiempo en que apareció el Covid! Más tarde, también leímos veintiséis cantos recogidos en una asombrosa colección con el título Les cantiques du Corbeau (Los cantos del cuervo) escritos durante la pandemia, y publicados por el mismo editor.
Al fin y al cabo, sí, ¿y si releemos lo que nos ha gustado y que básicamente responde en parte a nuestras preguntas, sobre todo en lo que respecta a sus fuentes de inspiración, sus lecturas ecuestres?
Quedó claro constatar que si el peso de las palabras se impone, el primer detonante evocado en D'un cheval, l'autre es el de una foto de la que habla en la página 67, bajo el título del capítulo “desafío” dedicado al excepcional Quijote. “Es una foto muy antigua, en blanco y negro, parece retocada. El caballo y su jinete están definidos, pero el paisaje bucólico en el que se desenvuelven parece borroso, incompleto. (...) El pie de foto: “James Fillis en Germinal “galopando de espaldas”. 1890)”.
Sólo después de esta emoción visual aparecen a lo largo de las páginas, alusiones a lecturas fundamentales.
“Las grandes figuras del arte ecuestre son mis maestros de insomnio. Me impresiona tanto conocimiento acumulado, desde La Guérinière hasta Steinbrecht, desde Pluvinel hasta Decarpentry, Licart, Franconi, Fillis, Raabe, Braganza, Oliveira, me guían en la observación y me obligan a pensar”.
De todos ellos, François Baucher “es el que me habla, el que escucho. Sus preocupaciones resuenan conmigo como algo natural; adiestrar y presentar a los caballos en el espacio reducido de la pista, implica una forma específica de abordar su entrenamiento. Su 'segunda manera' es mi libro de cabecera”.
A propósito de Baucher, pero también de otros escuderos-escritores y de las relaciones con los caballos con los que practicaban su arte, se asombra un poco más adelante: “La mayoría de ellos se jactan de haberlos adiestrado en tiempo récord, encadenándolos como si fueran conquistas, y mencionando sus nombres sólo para asociarlos a sus hazañas. Oliveira, tal vez por ser el más contemporáneo, evoca aquellas “sensaciones que, sin embargo, elevaban su alma por encima de las miserias de una vida humana”. Étienne Beudant, en la carta que acompaña a Vallerine, su última yegua, insinúa modestamente el hecho de que el adiestramiento de un caballo es ante todo una historia de amor”.
La palabra escrita, pero también la imagen, cuando evoca la imperdible École de cavalerie (Escuela de caballería) de François Robichon de La Guérinière, de quien se puede imaginar que tuvo el privilegio de consultar uno de los dos folios del siglo XVIII (1733 y 1751), que fueron ilustrados por “Charles Parrocel —segundo hijo de José, conocido como el pintor de batallas— (quien) es considerado el mejor dibujante equino del Reino. Su educación paterna, combinada con una temporada en la caballería, lo convirtieron en un maestro en el arte de romper la andada del caballo en movimiento”. Una impronta visual de los grabados de Parrocel que le lleva a concluir: “por haberlos contemplado tanto, se tatuaron en mi imaginación”.
Del propio tratado de equitación, se atiene a una constatación “la Escuela de Caballería se convertirá en la biblia de los defensores de la Equitación de tradición francesa” con el siguiente significado, un poco más adelante, en el mismo capítulo: “Las defensas de los caballos no siempre proceden de la naturaleza... A menudo les pedimos que hagan cosas de las que no son capaces, al intentar exigirles demasiado y hacer que tengan demasiada sabiduría”.
Una vez hechas las lecturas, y a falta de respuestas directas y fáciles a las preguntas formuladas para la entrevista soñada, tuvimos que buscar en otra parte. Husmear.
De alguna manera, un retrato predeterminado, punteado, hueco. El de un personaje que ha trabajado sus contornos, que se describe a sí mismo por su propia voluntad, a través de pequeñas frases o incluso aforismos con los que ha atiborrado su libro.
De esta manera, al final de cada capítulo, descubrimos pequeños puntos bien cincelados.
Una antología que lleva las preguntas al fondo -y a la inversa-, las cuales no habíamos podido hacer y por tanto imaginábamos.
¿Sobre Zingaro? El teatro de toda una vida... La génesis:
“Para construir Zingaro, tienes que pensar que eres irreductible,
Tienes que creer, querer y soñar,
Y nacer así con mucha ingenuidad,
como Don Quijote, quiero que la imaginación sea verdadera”.
¿El sueño que lleva, que ilusiona, son suficientes?
“Cuando creamos un espectáculo en Zingaro, siempre empezamos por el caballo. Es una forma de volver a encarrilarse”.
Ciertamente, pero ¿qué pasa con el futuro?
“Vivir Zingaro es vivir sin descanso”.
“Una vida en la que (...) hombres y caballos avanzan sin comprender, sin hacer preguntas”.
Y así, si lo piensas bien, la vida de una compañía de espectáculos sería “(...) Una tribu en acción. Los seres se revelan en el movimiento mismo de su vida concreta”.
¿Y el jefe de la tropa, estimado Bartabas?
“En Zingaro, a veces me siento rodeado de demasiados humanos... Demasiada necesidad de amor.
¿Entonces para qué tantos esfuerzos, tanto dolor?
“Para defender su sueño, los caballos y los hombres que lo habitan, hay que vivir mentalmente en un estado de guerra perpetua”.
Sin embargo, un pequeño descanso; ¿en alguna parte?
“Los caballos, ellos no me exigen nada.
Los caballos son mis ojos para mirar el mundo”.
Pero, ¿qué más?
“Mis caballos me han hecho conocer a los hombres, y me han alejado de ellos”.
¿Solo en el fondo, después de todo?
“Montar a caballo es compartir su soledad”.
El caballo, los caballos, ¿ellos quiénes son realmente?
“[...] Los amos a los que someto mi destino.
Son mi conocimiento,
¿Cómo transmitirlo, si no es apareciendo?
Para entenderlo y trabajar con él, tengo que ser yo, no ignorar nada y pensar con mi trasero”.
¿A cambio de qué?
“Al entregarse en cuerpo y alma, el caballo me ofrece la llave de mi teatro interior”.
¿De la que podríamos esperar nuevas y hermosas oberturas?
“Creer, querer, soñar.
Las campanas han sonado demasiado.
El timbre está cansado.
¿Cuándo terminará, cuándo volveré a casa?
No es por no responder a esta pregunta que nunca he tenido una casa”.
¿Por qué esta insistencia en lo que no es sin cuestionamientos?
En realidad, no poseo nada,
Ni tierra, ni casa.
¿Los caballos?
Son ellos quienes me poseen”.
¿Decepción en el fondo? ¿Arrepentimientos?
“Los caballos son carnívoros, se devoraron mi vida y todo ha pasado por ahí”.
¿Realismo?
“Avanzo al azar.
Me cuesta seguirme el ritmo.
Estoy enganchado a un caballo muerto”.
¡Diablo! Como una invitación a alargar el tema. ¡El futuro del caballo en una sociedad que lo negaría!
Se concertó una cita para hablar de ello. Fue sin tapujos. Pero probablemente demasiado crudo para ser publicado aquí. Tal vez algún día...
Xavier Libbrecht